Una cosa es que te encuentres por mera coincidencia con un Ford Mustang modelo 1970 tan amarillo como el ejemplar que en esta entrega les traigo, otra muy distinta es toparse con un Shelby GT500 que detrás de ese “Grabber Yellow” esconde su valor real. Ser uno de los 18 ejemplares pintados originalmente con esa tonalidad lo hace ya un coche para la colección de cualquier apasionado por los muscle cars y pony cars americanos.
Ese Mustang que me he cruzado pocos días atrás en una exposición celebrada bajo el sol de la costa atlántica –sobre ese evento prometo un artículo a la brevedad– jamás podría haber sido un integrante de la tanda especial a la cual pertenece el GT500 en cuestión, ya que era fácilmente identificable por las tomas de aire delanteras ubicadas a los extremos, precisamente junto a los faros, una característica propia de los Mustang 1970.
En cambio, el Shelby GT500 que ven en las fotos es un modelo 1969 y su peculiaridad está, decía, en ser una de las 18 unidades en salir de fábrica con esa pintura exterior. Ahora bien, en su pasado, su historial, radica el motivo por el cual es un coche único. Estamos en presencia de un Shelby GT500 que en su tiempo perteneció al propio Carroll Shelby, lo que podrá comprobar su inminente nuevo dueño, pues el deportivo, además de contar con el manual de propietario, se venderá con la factura de venta original y el formulario de pedido del recordado ex piloto norteamericano.
Ser un Shelby GT500 original ya impone respeto. A modo de breve repaso técnico, no está de más recordar que en este modelo el V8 delantero aumentaba su cilindrada de las 289 pulgadas cúbicas del Shelby GT350 a las 428 pulgadas cúbicas del motor Police Interceptor aplicado por el propio Carroll. Ambas capacidades, la de 4,7 litros y la de siete litros respectivamente, son las históricas que han hecho ruido en las carreras de resistencia de la década de 1960.
Dentro de este ejemplar, el V8 es un motor Cobra Jet 428 de los que genera 335 caballos y va conectado a la caja manual de cuatro velocidades, combinación motor-transmisión de absoluta tradición. Aunque no todo es poder de fuego. Al abrir las puertas de este GT500 descubrimos un interior 2+2 en perfecto estado y en el cual daría gusto dejar pasar las horas. Los asientos de tipo butaca Clarion negros, los paneles en madera y otros detalles de igual acabado como los del pomo de la palanca y el revestimiento del volante, las alfombras GT500… Mucho de lo que se ve puertas adentro es original, incluyendo el estéreo.
Si aquel Mustang ’70 en amarillo casi que imantaba y encandilaba con su presencia –y eso que había propuestas interesantísimas–, no quisiera imaginarme un escenario en el que vas conduciendo por la ruta costera y, de repente, de un momento al otro, alguien se te acerca y te dice “mira, ese GT500 era del mismísimo Shelby”. Quien lo adquiera el próximo 11 de enero a través de la subasta de Mecum, tendrá la oportunidad de compartir la felicidad con los afortunados que se lo crucen de camino. Dependerá del uso que se le dé.
Mauro Blanco
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