Seré claro desde el comienzo. A falta de más imágenes, tomándome de tal carencia y ese único render que lo muestra de costado y con el que Jason Wharton despertó el interés desde su cuenta de Linkedin, me dirijo al departamento de diseño de Bristol Cars para que, si no es mucha molestia, se resucite la tan distintiva parrilla con que el 411 salía de fábrica durante su etapa de producción. No pido demasiad, pues no implicaría adoptar un camino diferente al que ya se ha insinuado: si para el regreso pautado para el 2026 –cuando la firma británica celebrará los 80 años de su fundación– se concreta este diseño adelantado por su CEO, lo más lógico es que al frente se recupere aquella identitaria apariencia. En el anticipo, está a las claras la reinterpretación moderna de aquel coupé clásico de dos puertas.
Sería una completa picardía, pero mayor sería el despropósito si no se reviviera la parrilla evolucionada a partir del Bristol 411 Serie 3. No digo que los 411 de 1970 y 1971 no tengan su encanto, lejos de eso. Es más, ni siquiera estoy tan seguro de que todo deba resumirse a una cuestión de cuál ha sido mejor. En este caso, hay dos estilos marcados, dos propuestas a las que no les debe caer el peso de la comparativa. Los primeros 411, con una parrilla de ranuras horizontales despejadas y abierta, esto último producto de lo que el concepto de diseño y configuración de luces le permitía: dos ópticas en las esquinas superiores, cuya redondez daba a la carrocería la pauta para que se moldeara de una manera tal que acababa aportando a su especial contorno.
A partir de la Serie 3 de 1972, el Bristol 411 pasó a lucir los cuatro faros –dos por lado, claro– en línea con la parrilla, lo que hizo que ésta se redujera en tamaño y adoptara ese estilo que me detiene cuando me lo encuentro aparcado en exponentes como los Volvo de los años setenta y ochenta. ¿Qué debería hacer Bristol al respecto? Pues, ¿por qué no ofrecer ambas opciones, no dando lugar a cualquier disconformidad que se pudiera generar en la demanda? Pero, insisto, aquel rasgo propio de la segunda parte de la producción del 411 no debe faltar, y parte de esta declaración de principios está fundada en que su atractiva singularidad radicaba en la disposición del ranurado.
Un regreso 8.0 y una respuesta que aseguraría prioridad a los motores convencionales
Con la apreciación sobre la mesa, ahora, ya apuntando al apartado informativo, hay algo interesante de cara al retorno de la marca británica y es que, según lo publicado por el director ejecutivo, la primera entrega no sería en modo eléctrico. No es un dato menor. La vuelta de Bristol Cars a la industria automotriz no es novedad. Los trascendidos de su refundación datan del 2021, cuando el propio Wharton declaró, de inmediato a adquirir la firma, sus intereses en convertirlo en un fabricante líder en coches eléctricos, precisamente, para el 2026.
Aquí está la clave, en el contraste entre aquellos dichos y su más reciente posteo –ni siquiera se hace mención al presunto perfil de fabricante de eléctricos–, en el que el único dato duro es suficiente para garantizarnos un regreso a base de gasolina. Sin motor confirmado, la certeza pasa por los ocho litros de cilindrada, recogiendo el legado del V10 del Fighter, el Bristol de puertas de alas de gaviota que a comienzos de los años 2000 le proponía a Bugatti una competencia de potencias.
La confirmación del motor 8.0 es la noticia, pero el asunto no se limita allí. Revisando los comentarios del posteo, presté atención a uno en el que Wharton despejó dudas. “¿Será eléctrica, híbrida o de la vieja escuela del combustible fósil?”, fue la pregunta de un usuario sobre el futuro de la compañía en materia de propulsión. Con su respuesta, el CEO le abrió las puertas a las tres movilidades, pero con una aclaración que nos indica que la gasolina tendrá prioridad: “en orden inverso”.
Mauro Blanco
COMENTARIOS