La cubierta de tela que lo esconde nos permite apreciar la reinterpretada silueta cuadrada, esa que cada vez que veo pasar me detiene, la que hace que persiga al clásico de clásicos como un objetivo a cumplir. No sé si llamarlo objetivo. Sé que algún día nos encontraremos. Alguna vez he tenido el impulso –finalmente, no fue más que un impulso– de abandonarlo todo, comprar un Renault 4, ponerlo en condiciones e irme al sur. Hoy, seis años después de aquellos deseos de oficina, no sé si el viaje por carretera hacia la patagonia sigue siendo opción, pero el entusiasmo por darle amor a un cuatro latas usado sigue intacto.

Decía… La cubierta de tela. Una cubierta que pronto retirarán en París, pues la cuenta regresiva hacia su presentación en el Salón del Automóvil ha comenzado. El primer semestre fue para el revival del 5. Ahora, el momento le pertenece al 4 E-Tech. Claro, hasta el 14 de octubre no lo podremos ver de cuerpo entero tal como lo venderá el rombo francés. De lo que se ha encargado el rombo es de que no nos falten los primeros primeros planos, imágenes que apuntan hacia cada referencia del modelo original.

Les adelanto que es probable que me lleve un disgusto. No por estar esperando algo específico en el nuevo 100 por ciento eléctrico, sino porque no me considero un defensor de los diseños actuales de Renault. Quiero decir: no abundan los casos en los que los fabricantes se atreven a experimentar con diseños individualistas. Todo parece girar en torno a un concepto general de gama y, partiendo de allí, los elementos que identifican a cada integrante de la flota. Compartir plataforma no es excusa.

La parrilla reemplaza los biseles en cromo por un contorno LED, el logotipo acompaña de igual manera –el primero de Renault en llevar su emblema luminoso–, las molduras inferiores laterales en tributo a las protecciones plásticas de las últimas generaciones de su ciclo original, la ventanilla trasera y una fiel reversión del pilar C, la continuidad del pilar delantero hacia la rueda en memoria del corte diagonal que supo llevar en tiempos pasados, la reinterpretación de los pilotos traseros y la abrupta caída del portón. Todas evocaciones aplicadas sobre una silueta que debe cumplir con su condición de eléctrico, misma suerte con que ha corrido el 5 E-Tech.

Cómo explicar, si no es por la búsqueda de eficiencia de su autonomía, que las imágenes preliminares nos muestren un alerón de techo que el 4 jamás ha llevado en sus más de 30 años, o el hecho de que muy probablemente la caída del parabrisas hacia el capó rompa con la tradición. Recreaciones digitales de entusiastas habían hecho que pareciera todo tan sencillo, había marcado el camino. Claro, la realidad de la producción en serie es otra. Eso sí, no me pidan que justifique los contrastes negros del techo, el marco de la luneta, las luces traseras, los guardabarros y etcétera. Basta, Renault.

Si este es el costo, para traer al presente modelos que han marcado a generaciones pasadas, prefiero el otro costado de Renault y no la nueva lógica –transversal a todos los fabricantes de volumen– de revivirlos mediante la nueva era eléctrica. Ese otro costado que me parece mucho más interesante es el que la propia marca nos ejemplifica con el Renault 17. En conjunto con diseñadores contemporáneos, la firma promociona conceptos de reinterpretaciones modernas de viejos modelos. Entonces tenemos al llamado R17 Electric Restomod, una propuesta sin concesiones ni compromisos, y el resultado es más que satisfactorio.

Insisto. No quiero anticiparme a la fecha de su estreno mundial del 4 E-Tech. Dicho esto, imagino con lo que me encontraré.

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