El Mercedes S320 CDI se colocaba, allá por año 2000, como la versión de acceso a la gama diésel del sedán de representación de la firma alemana. Una variante que, como otras de su estilo, levantó la polémica sobre si un propulsor turbodiésel era o no adecuado para este tipo de vehículos. Una pregunta que se realizaba todo el mundo pues, en teoría, los motores turbodiésel aparecieron para jugar la baza de la reducción de consumo y por el menor coste del combustible.
Aquellos años, a los que podemos definir como la “era de los diésel”, fueron más que interesantes por la lucha que se generó alrededor de dicha tecnología. Pero había enfrentamientos tanto entre los fabricantes, quienes buscaban desarrollar el motor turbodiésel más potente de todos y con los consumos más reducidos, como entre los aficionados y expertos en la materia, con debates que en ocasiones era muy acalorados. Una competitividad que, reconozcámoslo, fue emocionante, y además, el usuario ganaba con motores turbodiésel cada vez mejores.
El Mercedes S320 CDI es el resultado de esas peleas, de ver quién era capaz de crear el motor turbodiésel del mercado. La cuestión de si era o no una tecnología adecuada para un coche que costaba casi 10 millones de pesetas –9.970.000 pesetas, 59.920 euros sin IPC, 102.164 euros si lo añadimos– era algo menor. De hecho, si analizamos el coche desde un punto de vista más crítico, casi podríamos decir que resultaban motores sumamente adecuados por sus elevadas cifras de par, por lo que no tenía problemas en mover los elevados tonales de coches como el Mercedes W220.
Mercedes fue uno de los principales actores en la evolución de los motores turbodiésel y el Clase S representaba uno de los mejores escaparates
Concretamente, en el caso del S320 CDI, hablamos de un propulsor de seis cilindros en línea con 3.222 centímetros cúbicos, dos árboles de levas en cada culata, cuatro válvulas por cilindro, inyección directa, turbo de geometría variable e intercooler, que generaba 197 CV a 4.200 revoluciones y 48 mkg de par entre 1.800 y 4.200 revoluciones. Así no había problemas en mover los 1.830 kilos que anunciaba la marca para este coche. Entonces era un coche pesado, pero comparado con los modelos actuales, parece incluso ligero, sobre todo si tenemos en cuenta que medía 5,04 metros de largo y 1,86 metros de ancho –la batalla se quedaba muy cerca de los tres metros–.
Es cierto que no era el coche más veloz del mercado, aunque lento no era precisamente. El Mercedes S320 CDI, siempre según datos oficiales, alcanzaba los 230 km/h, completaba el 0 a 100 km/h en 8,5 segundos y prometía un gasto de ocho cada 100 kilómetros de media –y el depósito tenía nada menos que 88 litros, lo que permitía una autonomía de poco más de 700 kilómetros–.
Las revistas de la época solo tenía elogios para el Mercedes S320 CDI. La calidad, tanto de fabricación como de rodadura, el aplomo en carretera, la sensación general que tenía en su habitáculo… El Mercedes Clase S W220 fue uno de los modelos más innovadores de su época, un auténtico referente en todos los apartados y en el motor no era diferente. En la revista Autopista, en el número 2.126, se decía que el nivel alcanzado era soberbio, tanto por entrega de potencia como por refinamiento y prestaciones. Tan solo quedaba ligeramente ensombrecido por la transmisión, un cambio automático con convertidor de par con cinco relaciones y algo lento de reacciones, sobre todo al iniciar la marcha y a la hora de reducir en determinadas ocasiones.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS