No, no vamos a convertir esto en un debate sobre lo positivo que puede ser el traslado de la contaminación del eléctrico fuera de las ciudades y el impacto “no tan cero” de sus baterías. Como aficionado a la automoción desde bien pequeño, no me sumé a la moda de defender los coches de gasoil como coches de ocio, está claro que la gasolina corre por mis venas. Hoy vamos a tratar de hablar sobre la razón número 61 por la que odio la imposición del eléctrico: el Chevrolet Camaro ZL1, su alma. El imponente modelo que está en su último año de producción esconde un V8 sobrealimentado de 6,2 litros con 650 CV y 868 Nm, veamos qué lo hace único.
No me malinterpretéis, no sueño con la extinción de ningún tipo de propulsor, pero si soy de los que piensan que cada uno es bueno en lo suyo, por mucho que quiera aspirar a las fortalezas del otro. Aún recuerdo con nostalgia la llegada de aquel turbodiésel plagado de tecnología que inundó el parque móvil con su patada y sus bajos consumos. Jamás los concebí como coches deportivos, a pesar de apellidarse algunos de ellos Cupra, GTD, o RS, un turbodiésel siempre fue bueno en lo suyo, consumir poco y conformar un vehículo de arrastre gracias a su par.
Y del eléctrico pienso prácticamente lo mismo que de los patinetes eléctricos, para ciudad y recorridos cortos, sublime, para el resto, que dejen a otros tipos de propulsión. Y aquí es donde llega el momento en el que cualquier verdadero aficionado a los deportivos, tiene realmente difícil hacerse entender por alguien interesado en el automóvil como método de transporte. Pueden gustarte más o menos los coches americanos, yo, por ejemplo, siempre defendí los deportivos europeos y japoneses por encima de los estadounidenses, pero los tres tienen algo en común: su alma.
Eso que, un día cualquiera paseando, nos hace girar el cuello para ver el deportivo que acompaña a ese sonido, afilado en el caso de los japoneses, redondo en el caso de los europeos, y gutural en el caso de los estadounidenses. No deja de ser una generalización, pero la normativa va a acabar con uno de nuestros guturales favoritos: el Chevrolet Camaro ZL1. Tanto este como el Chevrolet Camaro estándar están llegando al final de su ciclo de producción y, aunque esto podría interpretarse como el cierre de un capítulo en el mundo de los deportivos de alto rendimiento, Chevrolet asegura de que la emblemática placa de identificación no desaparecerá.
El Camaro ZL1, presentado hace apenas doce años, ha sido el hermano de alta potencia del icónico Camaro SS, pero a pesar de su corta vida se ha ganado su posición en el mercado y en el corazón de los aficionados. Equipado con un sobrealimentador, su V8 de 6,2 litros ofrece 650 CV y 868 Nm a un precio “accesible”, por lo que es ideal para entusiastas de la velocidad que no disponen de la cuenta corriente de un multimillonario –es un coche barato para su categoría y potencia–. Cuenta con dos posibles transmisiones que transfieren la potencia a las ruedas traseras, una automática de 10 velocidades, o, para los más clásicos, una manual de 6.
Y sí, los fríos datos pueden representar de lo que es capaz, y no es poco, el 0 a 100 km/h lo hace en menos de 4 segundos y supera los 300 km/h, pero solo son cifras. Su brutal sonido, su exterior musculoso plagado de líneas que le dan rudeza al diseño, y su imponente propulsor nos abandonarán, pero antes la marca presentará un par de paquetes exclusivos para conmemorar su última aparición en el mercado. A los aficionados solo nos queda disfrutar mientras podamos de él.
Hasta siempre Camaro ZL1.
Francisco Javier Rodriguez
En la época en la que pasaba el día dibujando coches, alguien me preguntó: ¿pero a ti te gusta más la mecánica o la carrocería de los coches? Esa misma semana leí el Manual del Automóvil de Arias Paz. Tenía 14 años, esa simple pregunta es la razón por la que estoy aquí, desde entonces no he parado de aprender sobre lo que se convirtió en mi pasión.COMENTARIOS