La ciudad alemana de Rüsselsheim am Main fue el lugar en el que Adam Opel fundó, allá por 1862, una compañía que se inició como productor de máquinas de coser, antes que bicicletas, para comenzar con la fabricación de automóviles en 1899. En los alrededores de la ciudad francesa Sochaux, y ya desde hacía algunas décadas, la familia Peugeot diversificaba poco a poco su negocio familiar, con una trayectoria con algunos puntos en común con la de Opel. Ya como fabricantes de automóviles, fueron actores bien asentados en la industria durante el pasado siglo, etapas respectivas durante las que supieron ir imprimiendo una reconocible personalidad en sus modelos. A día de hoy, sus caminos están íntimamente unidos, toda vez que tanto el león como el rayo son dos de los logos con los que Stellantis puede jugar a diversificar su gama, algo que no deja nunca de ser mera apariencia.
Las indiferentes diferencias
Una de las herramientas con las que los fabricantes han contado tradicionalmente para transmitirnos su carácter y seguir elaborando su particular relato es la presentación de un concept. A través de los prototipos, las marcas pueden comunicarnos cuál es su visión acerca de su papel en esta industria, cuáles serán los fundamentos que guiarán sus próximos pasos, en qué tipo de innovaciones trabajan para futuros modelos. En definitiva, con ellos logran transmitirnos cuál es su concepción del automóvil más allá de su naturaleza material y de su funcionalidad. Gracias al poder de la comunicación, estos prototipos son capaces de modular nuestra percepción de una marca, de un logo. En ocasiones, además, todas esas ideas terminan redundando en un automóvil de producción que consigue quedarse anclado en la memoria colectiva.
Sin embargo, en un mundo como el de hoy, regido también por intangibles, pero solo los financieros, con una industria del automóvil como la actual, acongojada por las incertidumbres del futuro de la movilidad, nosotros, los que nos consideramos aficionados, perdemos protagonismo. Como si no fuéramos también compradores. La comunicación más importante ya no se produce en esta dirección —y, si lo hace, habla fundamentalmente de etiquetas y equívocas condiciones de financiación, tanto cebo—, sino que tiene lugar de puertas para adentro, en el contexto de los consejos de administración donde solo parecen respirarse avaros nervios. Aunque hay excepciones, los prototipos conceptuales han pasado a ser considerados, en la mayor parte de los casos, costosas inversiones sin retorno monetario evidente, que, en caso de ser verdaderamente necesario, pueden ser sustituidos por unas renderizaciones cualesquiera.
El amarillo que tradicionalmente ha estado asociado a la deportividad en la marca del rayo se transforma en algunas imágenes del Opel Experimental en un verde que recuerda al que ha adoptado solo recientemente el ala deportiva de Peugeot. En las fotos, se aprecia además un fondo común con otras presentaciones de Stellantis, independientemente de la concreta marca de cada modelo
Con este tipo de imágenes digitales, todavía podemos disfrutar de vislumbrar con algo de anticipación las claves de lenguajes de diseño que vertebrarán la imagen de determinadas gamas de una marca. Pero, más allá de deleitarnos con nuevas creatividades, casi siempre son recursos repetidos. Logos retroiluminados, superficies lisas y aristas difuminadas, siluetas para las que aún no se ha definido segmento, además de frontales ciegos, sin calandra, para dar cuenta de la apuesta por la electromovilidad, son omnipresentes en estos últimos tiempos y, como no podía ser de otro modo, solemos quedarnos fríos ante la prácticamente absoluta homogeneidad que presentan —no tan— diferentes apuestas.
El relato que las acompaña, a modo de la cartela de un cuadro, también está repleto de lugares comunes. La audacia suele definir su diseño; la sostenibilidad, su proceso de fabricación. El “cero emisiones” tiene siempre su espacio reservado en el texto, acompañado de un año futuro tan próximo como sea posible y nunca posterior a 2030. Las formas visibles se glosan profusamente, siempre apelando a los beneficios que estas reportan en cuanto a eficiencia aerodinámica, y se nos orienta detalladamente acerca de cómo interpretar rasgos que son autoexplicativos a nuestros ojos —o que deberían serlo—, como los gráficos de sus luces.
Nuestro nuevo Opel Experimental ofrece una interpretación más extrema de nuestra filosofía de diseño Bold [audaz] and Pure [y pura]. Da forma a nuestra visión del futuro. Muchos de los elementos de su diseño y la mentalidad que hay detrás de él serán visibles en futuros vehículos de producción. El diseño exterior ofrece un rendimiento aerodinámico optimizado [cómo no] en combinación con una silueta impresionante, mientras que el interior ofrece una experiencia de usuario inmersiva y emocional”, comenta Mark Adams, vicepresidente de diseño de Opel, en la nota de prensa que acompaña a las imágenes de este concept
Sobre el concept
El Opel Experimental que acaba de ser presentado recientemente cumple rigurosamente con casi cada uno de los tópicos apuntados en los párrafos previos. Desde Alemania —lo hace Autozeitung—, se apunta que en estas imágenes se vislumbra un predecesor directo del Opel Manta-E, un supuesto retorno eléctrico del mítico modelo teutón. De confirmarse, la verdad es que sería una pena que una nomenclatura de tanto calado solo pudiera optar a situarse en la zaga de un Peugeot 408 —que es lo que parece, al menos para quien esto escribe—, aunque sea con el logo —retroiluminado— del rayo y por mucha audacia que le pueda aportar su a partir de ahora característico —frontal sin aberturas— Opel Vizor 4D. Durante el IAA Mobility que está programado para la primera semana de septiembre de este año en Múnich, estará presente físicamente, no sabemos si como maqueta o como prototipo funcional. Servirá a los de Rüsselsheim —que hoy tienen su sede en Ámsterdam, la de Stellantis— para dar más detalles sobre sus próximos pasos en el proceso de transformación hacia la completa electrificación —en 2028—.
El Opel Manta de primera generación fue un cupé que pertenecía a la añorada época en la que los aficionados de a pie eran compradores mimados por diversos fabricantes. Se trataba de un cupé con comportamiento deportivo y relativa practicidad, que apareció como opción más económica que el Opel GT en el catálogo de los alemanes a principios de los años 70 del siglo pasado. Hoy, Opel ofrece diferentes productos que están muy lejos del planteamiento de este modelo, integrada en una Stellantis que tampoco permite a Peugeot reeditar épocas anteriores, durante las que muchos sus vehículos se aprovechaban de su potente brazo de competición.
A decir verdad, el gravoso desafío que constituye su transformación en fabricantes de automóviles eléctricos en pocos años justifica, después de todo, que los grupos automovilísticos aprovechen componentes y plataformas para diversos modelos, y así reduzcan costes por donde sea posible. Si de este modo se consigue garantizar la supervivencia de estas históricas empresas, ¿qué podemos hacer, sino esperar tiempos mejores? Desde luego, Opel y Peugeot, tras sus orígenes con las máquinas de coser y los molinillos de café, respectivamente, han demostrado sobradas capacidades de reinvención a lo largo de numerosas décadas. Confiemos en que será mejor la próxima.
David García
No conozco sensación mejor que la de un volante en las manos. Disfruto también con ellas sobre el teclado, escribiendo ahora para vosotros algo parecido a aquello que yo buscaba en los quioscos cuando era un guaje.COMENTARIOS