Cuando hablamos de MINI bajo el amparo de BMW, siempre nos dirigimos al año 1999, cuando se presentó el MINI R50 en el salón de París. Aquel era el primer producto realmente nuevo, desde que Alex Issigonis diseñara el Austin Mini Morris en la década de los 50, pero en realidad no era el primer MINI “by BMW”. La firma alemana se había hecho con el grupo Rover en 1994, cuando Honda se hartó de perder dinero y desde ese momento, la firma alemana comenzó a trabajar.
Prestó especial atención a MINI, que se separa de Rover y adopta una posición de marca independiente. Se estudia un logotipo para la nueva MINI y se recorta la gama de versiones, pues los alemanes ya trabajan en varios desarrollos que no tardarán en llegar. Es evidente que en BMW vieron potencial en MINI y el tiempo les ha dado la razón, pero antes de comenzar a lo grande con aquel MINI R50 que tanto dio que hablar por su conducción y su comportamiento, BMW aprovechó para lanzar al mercado una última versión del “viejo” MINI, ese que ahora les ha dado por llamar “MINI Classic”.
En 1995 se pone en circulación el MINI Cooper S MK4, una última versión, casi a modo de despedida, que potencia la deportividad del modelo y busca, como cabe esperar, un poco de rentabilidad para que no todo sean cuantiosos gastos –la inversión de BMW en el grupo Rover fue descomunal–.
Aquel Cooper S lucía como un auténtico kit car, con la carrocería de aletas anchas, llantas Minilite de 13 pulgadas con neumáticos 175/55 –parecían enormes en ese coche–, se podía equipar con cuatro proyectores adicionales delante de la calandra, lo que remataba su imagen racing al recordar a las versiones que corrieron en el Rallye de Montecarlo y escondía una suspensión Koni. Era una variante con aspiraciones muy deportivas, aunque su habitáculo era “muy british”, con madera, tonos claros para la tapicería –que lucía motivo de cuadros y rallas–. BMW desarrolló muchas opciones de personalización, así que existen muchas unidades casi únicas en el mundo, sobre todo porque se podía combinar con algunas opciones exteriores, que destacaban por poder contar con techo y espejos laterales blancos y las ya típicas rayas blancas en el capó. El techo podía, además, incluir la Union Jack o bien un motivo a cuadros blancos y negros –un damero, por su parecido con el tablero de las Damas o del Ajedrez–.
Bajo el capó se mantenía el bloque con 1.275 centímetros cúbicos, que Rover había revisado en 1990 para el MINI Cooper 1.3. Motor que en 1992 perdió el carburador SU HIF 44 para montar en su lugar un sistema de inyección, con el que poder superar las normativas de emisiones. Rendía 63 CV a 5.700 revoluciones y 95 Nm de par a 3.000 revoluciones. El conjunto pesaba 720 kilos y su batalla era espectacularmente corta, así que la agilidad era la nota predominante en este pequeño aparato.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS