En múltiples ocasiones hemos tratado este tema, ya que se trata de una amenaza real. De vez en cuando se suelta un globo sonda y el ruido desaparece porque hay otros escándalos reales o inventados que exigen inmediatamente nuestra atención. Empezar a pagar por usar autopistas y autovías -es decir, repagar con peajes– en España acabará siendo una realidad, si lo permitimos.
En los últimos años se ha producido un fenómeno de reversión, es decir, el Estado se ha hecho cargo de autopistas que estaban siendo mantenidas por empresas concesionarias que cobraban peajes. Muchas de esas carreteras ya estaban repagadas y tripagadas al haberse extendido las concesiones por razones políticas. Y la responsabilidad de mantenerlas pasa a ser del Estado, por lo que hace falta dinero público para ello.
El 30 de diciembre de 2018 se revirtió el peaje de la AP-1 entre Burgos y Armiñón (84,3 km). Justo al iniciar 2020 ya se habían liberado otros tres tramos, la AP-7 entre Tarragona y Valencia (225,3 km) y entre Valencia y Alicante (148,5 km), aparte de la AP-4 entre Sevilla y Cádiz (93,8 km). No se han podido disfrutar más esos tramos por la maldita pandemia de coronavirus, lo cual complica las comparaciones en siniestralidad.
Cada año suelta un globo sonda o el ministro Ábalos o la
mafiapatronal de las constructoras (SEOPAN), para que nos vayamos mentalizando
Peajes de Schrödinger: cuantos más nos quitan, más nos amenazan con poner
El 31 de agosto de este año se van a incorporar más tramos de Acesa al erario público y se levantarán barreras: AP-2 entre Zaragoza y eje Mediterráneo (215,5 km) y múltiples tramos de AP-7: La Jonquera-Montmeló (135,8 km), Montmeló-Papiol (26,6 km), Papiol-Tarragona (96,6 km) y Papiol-Molins de Rei (3,8 km). Esos tramos implicarán una descongestión de las vías secundarias, lo que redunda en mayores velocidades medias y una reducción de la siniestralidad.
La DGT no se cansa de repetir -datos en mano- que las vías secundarias son más peligrosas que las de alta capacidad, ¡por eso deben ser gratuitas de uso!
Pero para las cuentas públicas esto es un problema, ya que los múltiples impuestos que sangran al automovilista no se están empleando en el mantenimiento de la red viaria, se desvían para otras partidas que dudosamente podemos entender. Y luego uno se entera de que rescatan a una aerolína deficitaria con un avión, que un ministerio de dudosa utilidad tiene más de 400 millones de euros de presupuesto con una persona sin experiencia laboral al mando, subvenciones que nadie controla y un infinito etcétera.
El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno (qué bien suena) cuenta a los funcionarios de la Comisión Europea que hay que implantar peajes en redes de alta capacidad para afrontar su conservación, lo cual tiene un nombre: repago (por impuestos, y por uso). El déficit de inversión va camino de los 8.000 millones de euros, que debería afrontarse todo con dinero público porque las infraestructuras las usamos todos aunque no circulemos por ellas.
En un país donde se transporta prácticamente todo por carretera, si los camioneros pagan peajes, los repercuten a sus clientes. Lo mismo pasa con las empresas de autobús, el peaje va en el billete. Dicho de otra manera, el traslado de costes va a ir al bolsillo de todos, a menos que tenga la suerte de vivir como Beatriz Montañez, que come de lo que da la tierra en la montaña, no usa vehículo, tiene placas solares y vive día a día.
Conocido el talante del Gobierno de España desde 2018, y muy especialmente el del presidente y el del ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, entra en el terreno del realismo mágico esperar algo bueno de todo esto. Puede que haya algún sistema de discriminación, paguen unos más que otros -no solo por categoría de vehículo-, pero hay que pensar en el país que uno vive.
Sin haber terminado de recuperarnos del todo de la crisis de 2008, y habiendo provocado la pandemia de coronavirus el mayor daño a la economía española desde la Guerra Civil que tantos echan de menos -aunque no habían nacido-, hay que ser malvado o idiota para pensar que es buen momento para lastrar la recuperación con una red de carretera de primera y otra de segunda, como pasó el Portugal.
¿Qué sucede en Europa?
El todo gratis solo se lleva en Chipre, Estonia, Islandia, Liechtenstein, Malta y Montenegro, que son países pequeños. Como puede verse en una información de El Economista, España es uno de los países en los que menos red viaria de alta capacidad tiene peajes, el 11 %, seguida de Irlanda (38 %), Francia (79 %) e Italia (86 %). El resto de naciones europeas tiene peajes en toda su red, aunque solo la paguen los vehículos pesados y no particulares.
Están las modalidades de peajes con barrera/telepeaje, sistemas de peaje electrónicos -como Portugal- o una tasa anual -viñeta- que permite usar la red sin restricciones, aunque se trate de un turista que solo quiere atravesar el país para ir a otro. Tal vez este último sistema sea el menos injusto de todos los planteados. Los dos primeros penalizan el uso, salvo que se den unas condiciones muy muy concretas para obtener descuentos.
Cada vez que se levanta una barrera de peaje se saca vehículos de vías peligrosas por su trazado y tráfico, y se les mete en vías mucho más seguras y rápidas. Eso repercute en el bien colectivo, aunque solo sea desde el punto de vista de que se mate menos gente, que no deja de ser un coste para toda la sociedad y es más alto cuanto más joven es la víctima.
Es razonable financiar con peajes las vías de alta capacidad de países ricos, o que son paso obligado para atravesar Europa, o que prefieren gastar menos dinero público en su conservación y que se pague por los usuarios. Pero en España, estando la economía hecha jirones, implantar un sistema de repago es doblemente injusto. Nos van a machacar con la necesidad de pagar por el mantenimiento hasta que pasemos por el aro, o hasta que se nos hinchen las narices.
El repago en autopistas y autovías, ya no solo las que antes eran de peaje, sino las principales -o todas- va a tener un coste en vidas humanas, seguramente “asumible” desde que nos hemos acostumbrado a que mueran más de 100 españoles diariamente -y cuando son pocos- desde hace un año. Va a tener una repercusión generalizada en cualquier cosa que se transporte por carretera o cualquier servicio susceptible de que un profesional tenga que moverse.
Vuelve el paradigma de transporte de hace 100 años: si se mueve en vehículo, es que le sobra el dinero
Igual no tiene un impacto en el turismo, tanto nacional como extranjero (estos ya vienen acostumbrados de casa), pero las consecuencias anteriores son inevitables. Lo de adelgazar un Estado que nunca ha tenido tantos ministerios, tantos asesores, tantos gastos inútiles y no fiscalizados, ya para otro día. Si los impuestos que pagamos los automovilistas estuviesen mejor destinados y fuesen finalistas no haría falta poner un maldito peaje.
Este país necesita unas reformas profundas y de calado tales que ningún populista se atreverá a hacerlo (sobre todo si peligra su sueldo)
En marzo de 2024 se revertirán los peajes de Henarsa en la M-50 (tramos A-1 y A-2, 21,4 km) y la R-2 entre Madrid y Guadalajara (64,1 km). Dos años después se quitarán las barreras de la AP-68 entre Bilbao y Zaragoza (294,4 km). Tampoco hay que olvidar que en Cataluña desaparecen este año las barreras de la C-32 entre Montgat y Tordera (52,3 km) y en la C-33 entre Barcelona y Montmeló (14,2 km).
Si nuestros gobernantes logran que España sea un país rico, con una renta per cápita homologable a ciertos países europeos, pagamos por los peajes encantados. Pero si se comparan los jóvenes de ahora con los de los 80, han sufrido una gran pérdida de poder adquisitivo, tardan más en emanciparse, cotizan poco al encadenar trabajos mal pagados o inestables (están como para comprarse un coche nuevo, sí), y a los mayores les dicen que cuanto más tarde se jubilen, pues mejor.
Implantar peajes en la mayoría de autopistas portuguesas que eran gratuitas (SCUT) fue una idea mala: más tráfico a la secundarias, impacto turístico, leve repunte de la siniestralidad
Este país está pagando las facturas de excesos cometidos en el pasado, y el que haya que repagar por usar carreteras seguras es un síntoma más de la enfermedad. Enfermedad que requiere medidas impopulares y de gran calado que no sirven para ganar elecciones. Es preferible el cortoplacismo y el decir cositas al oído para que la peña se exalte y se olvide de que está sacando de la pobreza a una minoría o perpetuando los privilegios y mamandurrias de otros.
¿A quién le importan los peligros reales cuando hay que ir persiguiendo el fascismo (o mantenerlo vivo)?
Cuando se enfrenten estos problemas de forma valiente, igual este país no necesita tanta presión fiscal en relación a lo que ganamos, ni hay que repagar por las autopistas, por los medicamentos o por ciertos servicios públicos. Una autopista de peaje está muy bien como una alternativa, como algo voluntario que aporte alguna ventaja, pero no como un “la bolsa o la vida”, que ahorrarse el peaje supone un riesgo vital y por supuesto perder el tiempo.
Los culpables de generar nuestros problemas o de mantenerlos endémicos nos van a vender una solución. Milímetro a milímetro, los peajes electrónicos o de viñeta se van introduciendo en las cavidades de nuestro esfínter inferior untados en palabrería que hace de vaselina o la concatenación interminable de escándalos para distraer la atención. De estas cosas hay que acordarse cuando uno va a votar, aunque hay otras formas de participar en el debate.
Y recordad, la culpa de todo siempre la tendrá Isabel Díaz Ayuso. Y también nuestra, si consentimos semejante atropello.
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Javier Costas
Me gustan los coches desde que tengo uso de razón (o antes). Tras haber conducido más de 400 coches aquí sigo, divulgando y aprendiendo a partes iguales sobre las cuatro ruedas. Vosotros habéis hecho que se convierta en mi pasión.Muy buen artículo Javier. Es alucinante como nos van a sangrar a la clase media, en lugar de hacer el esfuerzo por trabajar y buscar políticas que atraigan inversión y creen puestos de trabajo para reducir el paro y tener así más ingresos en las arcas públicas gracias a un paro bajo (que es la base para que la economía este sana), optan por subir impuestos y echarse a dormir mientras los pocos que quedan se desangran pagando la fiesta, no se puede ser más incompetente y mas inútil, y encima después se les sigue votando en masa! Es incomprensible… Leer más »
Ya lo avisaron, los impuestos los pagarán los ricos. Basta con tener más gente pobre y así, relativamente, vas bajando el listón de lo que es un “rico” y así hay más. Ahora va por los 60.000 euros al año, ¿no? Ya verás como acaba considerándose “rico” hasta la llamada “clase media/baja” (30.000 al año).
Tienen unas políticas que son la ruina de un país, y hay múltiples antecedentes que lo demuestran, no es nada nuevo, votarles es hacerse el harakiri…
Y con la política hemos topado, lo llevamos claro… Como no paremos tantos desaguisados por todos lados. Hasta juegan unos y otros con las vidas humanas -las nuestras claro- y ya nos parece hasta normal.
Cuando se acabe el estado de alarma y volvamos a cierta normalidad democrática, los ciudadanos deberíamos hacer valer un poco más nuestros derechos. Temporalmente hemos transigido, como excepción legal, que teníamos que renunciar a algunas cosas en pro del bienestar colectivo. Cuando deje de ser noticia 100 o más muertos diarios, cosas como estas tendrán que pasar a la primera plana.