Antes del fin de la infancia

Antes del fin de la infancia

Un homenaje a los niños que llevamos dentro


Tiempo de lectura: 12 min.

Muchos de los que estamos en la treintena o iniciamos los cuarenta somos aficionados al mundo del motor. Miramos decenas de webs, varias revistas al mes, cientos de videos en YouTube y miles de fotos de coches en Instagram. Tuvimos una infancia que transcurrió en los años 80 y principios de los 90. Una época de estridencias y vivencias, vistas ahora como “retro”, pero que nos apasionaba con mucha ilusión como los niños que éramos.

Estas son, en gran parte, las cosas, actividades y juguetes que me hicieron ser un apasionado de los coches desde que nací, y que hoy en día aún recuerdo con gran nostalgia. A día de hoy sigo comprando revistas de coches y lo hago desde que tengo uso de razón. Esta afición viene desde que hice un viaje, con mis padres y mi hermano mayor.

Las revistas

Para no aburrirnos en el avión, nos “compramos” mi hermano y yo una revista en la que la portada ponía: “Baby Ferrari”, se refería al recién salido Ferrari 348. Aunque creía que Internet me haría dejar de comprar revistas de coches, compro más que nunca. Siempre vienen esas ganas de ir al kiosco de barrio. Comprar y hojearlas mientras ando de camino a casa. Sigo haciéndolo, como parte de un ritual iniciado en mi infancia.

Entonces era la única manera de estar al día de los últimos modelos, prototipos, carreras o cualquier cosa relativa al mundo del motor, aunque por la televisión, por casualidad, pudiera ver algo referente al mismo tema. Normalmente, porque algún español hubiera ganado alguna competición internacional. Exactamente igual que en los periódicos diarios y los deportivos de la época.

Las revistas de coches, cada una en su especialidad, colmaban en parte nuestras ansias, por admirar o informar de todo lo que rodea al motor. Colgábamos en la pared de nuestro cuarto esos posters centrales, como un Lamborghini Countach, Senna en un Fórmula 1 o un precioso y brutal coche de rally del Grupo B, como los Audi Quattro, Lancia Delta Integrale, Ford RS200…

Album de cromos 1

Ámbumes de cromos

Hice, como todo niño, muchos álbumes de cromos. Hice uno de la Guerra de las Galaxias, alguno de fútbol (aunque no me gustaba mucho), de E.T., de Dragon Ball, de videojuegos, etc. Pero mis favoritos, cómo no, eran los de coches. Aunque parezca increíble, al principio no eran ni pegatinas, tenías que poner pegamento. Normalmente había dos tipos: los de barra, que tenían un olor hasta agradable, y los de tubo, llamados “Imedio”, que echaban un pestazo increíble y por el que ahora los pediatras tildarían a nuestros padres de promover la drogadicción entre los infantes.

Mucho más tarde salieron los cromos de pegatina, eran más ligeros y de mayor calidad. Solo tenían un problema, cada vez que tenías quitar la tapa protectora del pegamento, para después pegarlos en el álbum, acababas de los nervios. Todas las puntas de arriba arrugadas, debido a los intentos fallidos, y “maldiciendo” a tu santa madre por cortarte las uñas tan a menudo. Estos álbumes servían para conocer los modelos de todas las marcas.

A veces, como el que aún poseo, llevaba un poster central precioso del ahora icónico Ferrari F40. También, al final del mismo, había unas explicaciones sobre Educación Vial. La gracia, como todo álbum, era el llegar a completarlo lo antes posible. El ritual era siempre el mismo, ir al kiosco y comprar paquetes de cromos con algunas monedas que tenías ahorradas. O un día, de los que vas con tus padres, “mendigar” un poco para que te compraran un par de sobres más.

Abría los sobres con una impaciencia desmedida, que me hacía romper parte de algún cromo, en ocasiones. Luego, llegar a casa y mirar cuáles tenía repetidos y cuáles podía pegar en el álbum, con ansia e ilusión. Luego, los repetidos los guardaba con una pequeña goma elástica y los preparaba para, al día siguiente, intercambiarlos en el patio del “cole”. Llegaban los amigos o simplemente otros niños del colegio, esos que ni siquiera saludabas, te acercabas, te veía y empezaba un intercambio mercantil, ya les gustarían a los puestos de algunos mercados de Marrakech.

Entonces, uno pasaba los cromos a una velocidad endiablada, apenas se veían, pero como ya me los sabías de memoria, no había problema. El otro niño decía, con la misma rapidez, “sile, sile, sile, sí”, de repente te decía “nole” y tenía que tirar como cuatro cromos atrás, hasta llegar al cromo deseado. Luego estaba el cromo que era más raro y deseado, costaba más que los demás. Si lo tenía repetido, podía pedir unos cuantos cromos a cambio.

Al tenerlo completado, admirabas tu obra, como si hubieras acabado de construir las pirámides en Guiza. Pasaba horas mirando los coches y leyendo sus características. Los dejaba en la estantería con la satisfacción de un trabajo bien hecho.

Series y películas

Tuvimos la suerte, de ver y admirar en nuestra televisión Telefunken o Sanyo, y más tarde en nuestros videos Beta o VHS, gran cantidad de películas y series con coches de ensueño para cualquier niño. Algunos ejemplos:

  • “Knight Rider” (“El coche fantástico”): Michael Knight un detective, algo macarra y chulo, que conducía un prototipo: K.I.T.T. (Knight Industries Two Thousand) un 1982 Pontiac Firebird Trans AM. El coche era “antibalas”, veloz, saltaba (al pulsar el botón rojo Turbo Boost) e incluso hablaba. En España el “doblador” era el mismo que hacía de Homer Simpson durante las primeras temporadas. Lo tenía todo para que cualquier niño se volviera loco con la serie.
  • “Magnum P.I.”: Sullivan Magnum un investigador privado que vivía en Hawái, y conducía un precioso Ferrari 308 GTS. Estás pensando ya en Tom Selleck.
  • “Miami Vice” (Corrupción en Miami): el detective Sonny Crockett conducía en las primeras temporadas un Ferrari Daytona Spyder 365 GTS/4 negro de 1972, o eso nos hicieron creer. Tras problemas legales con Ferrari por utilizar réplicas, Enzo Ferrari envió dos Testarossas de 1986 de color blanco. Ricardo Tubbs, su compañero, conducía un Cadillac Coupe de Ville descapotable de 1964.

  • “Cannonball run” (“Los locos de Cannonball”): película con estrellas de la época, como Burt Reynolds, tenían que ir de costa a costa de los Estados Unidos lo más rápido posible. Está asada en una carrera real, que se hizo para protestar contra la implantación del límite de velocidad de 55 millas por hora, pero con un guion delirante. En la película aparecen coches como Rolls-Royce Silver Shadow, Aston Martin DB5, Ferrari 308 GTS y un precioso Lamborghini Countach, entre otros.
  • “Smokey and the Bandit” (“Los caraduras”): un camionero tiene el reto de llevar un camión de cervezas a través del país en menos de dos días. Se ayuda de un Pontiac Firebird Trans Am de 1977 negro con un águila en el capó, que conduce Burt Reynolds. Otra road movie imprescindible para amantes del género.

Y hay muchas otras que siempre hemos asociado a sus coches, como “Mad Max”, “Regreso al Futuro”, “El Equipo A”, “Batman” (la de Adam West)… por no hablar de series de dibujos animados como “Los autos locos”, “Meteoro” o “Speed Racer”… Por entonces los catálogos de televisión no se renovaban tan rápido y podíamos ver películas y series de 10 y 20 años atrás sin ningún problema, especialmente cuando solo había una emisora, después llegó TVE 2 y las primeras autonómicas.

Cochecitos a escala

Uno de los juegos de mi infancia era jugar de un lado a otro con réplicas a pequeña escala de coches. Era sencillo, con la mano los movía y lanzaba por toda la casa. Recuerdo estar jugando por los pasillos con mis primos. El juego consistía en tirarlo con las manos e ir avanzando hasta la meta. Si tocaba algún coche, pared o mueble, retrocedía desde donde lo había lanzado.

Después de jugar, los guardaba en alguna estantería para poder admirarlos. Mis favoritos eran un Porsche 935 y un Lamborghini Countach LP 500 S, que aún conservo -los dos coches, de la marca de jueguetes Matchbox-. En un nivel superior estaban los circuitos con pistas looping, juguete que nos regalaron a mi hermano y a mí, por navidad, en casa de mis abuelos. Era básicamente montar un circuito imposible y lanzar los coches por las pistas de plástico.

El “Cracks” no sé si era un juego muy conocido, pero a mí me fascinaba. Estiraba el resorte, con esa goma frágil, y salían disparados. Cruzaba a toda velocidad la zona de choques. Los coches, las puertas y el frontal se rompían y se volvían a reparar por arte de magia. Merecen también mención aquellos garajes y aparcamientos de Rima, Moltó, Guisval, las alfombras con calles y señales de tráfico y un larguísimo etcétera.

Juegos de cartas 4

Nuestras barajas de cartas

Había varios tipos: de rally, F1, turismos… entre otras. Yo tenía las de coches de calle. Como siempre, se trataba de ganar a tu oponente y las reglas eran sencillas. El que tenía mejores prestaciones, ganaba. Aunque, para que no dependiera totalmente de la suerte -ya que si te tocaban los coches “pepinos” de la época era muy difícil perder- estaba el “truco” del consumo, gracias al cual, obviamente, ganaba el que menos consumía. La de horas que me pasé en el autocar del colegio o en el patio jugando con ellas.

Scalextric, cuando no lo llamábamos “slot”

El Scalextric. Qué decir, el juego en mayúsculas para cualquier niño. Correr con mí BMW M1 blanco por un circuito, construido por uno mismo, no tenía precio. Bueno, sí tenía, y bastante alto. Pero para eso estaban los cumpleaños, lo que habías ahorrado, comuniones y navidades. Aparte de jugar dando vueltas, se añadían dos complementos más. Creabas tus propias pistas y circuitos.

Y creerte un ingeniero de la Fórmula 1 reparando las partes más simples de los coches. Y qué decir de las preciosas ilustraciones que acompañaban tanto las cajas como las instrucciones y catálogos de Scalextric. Lluís Bargalló fue el creador de la mayoría de ellas. Y te hacían más espectacular, si cabe, la experiencia de juego. Además, a veces el juego tenía otro aliciente: nuestros padres habían tenido un Scalextric de niños.

Videojuegos en 8 bits

Hoy en día, nos quejamos de que el force feedback de nuestro volante de más de 300 euros no transmite lo suficiente. Que los gráficos hiperrealistas en 4K del coche que llevamos no reflejan los rayos solares fielmente, que si el ping con fibra óptica. En la época del Spectrum, eran otros tiempos. Los juegos tenían un puñado de colores, como mucho. Las resoluciones eran nefastas. Y eran un par de sprites que se movían de un lado a otro, no siempre como deberían. Todo eso tras unas interminables cargas en un casete, carga que podía acabar mal y otros 10-20 minutos esperando con el volumen ya ajustado.

Lo disfrutábamos como niños. Como el “Outrun”, en el que conducíamos un Testarossa descapotable con una rubia al lado. Básicamente se trababa de pulsar las pequeñas teclas, de un delicioso tacto de goma, del Spectrum 48k de mi hermano o mi primo mayor. Normalmente “O” o “P” para ir de lado a lado y la “Q” y “A” para acelerar y frenar. Simular que eras James Bond con el adictivo “Spy hunter”. O creerte un as del volante en las persecuciones del “Chase HQ” con tu flamante Porsche 928.

Y si tenías suerte y contabas con unos recreativos cerca, podías disfrutar de esos juegos y otros, pero con unos gráficos mucho mejores. Pero sobre todo con la máquina en sí, que casi era la única manera de jugar con volante, a tus juegos preferidos. Metías las monedas de 25 pesetas -o de cinco duros- y a disfrutar, hasta el siguiente “Game Over, Insert coin to continue”. Años después las consolas domésticas evitaron semejante dispendio.

Peugeot 508 GT Hybrid vs Peugeot 405 Mi16 25

Está claro prácticamente que todo, es mejor que antaño. Pero también nos hizo valorar más las cosas y entender el esfuerzo que suponía el poder conseguirlas. Un “no” a la inmediatez que tenemos ahora y a los juegos diseñados para crear adictos a pantallas. No tengo hijos, pero sí un sobrino, Daniel. Creo y espero que él pueda disfrutar de su infancia, al igual que su padre y padrino disfrutamos con la nuestra como apasionados de los coches.

Y fue por todas esas pequeñas cosas que hemos acabado como hemos acabado, en espíritu RACER.

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Sobre mí

Carlos Sampol

Apasionado por los coches desde la infancia, cuando jugaba con mi hermano mayor con un BMW M1 blanco de Scalextric. Consumidor de reportajes sobre el mundo del motor. Y en los últimos años, entusiasta y poseedor de un Mini. Aficionado al cine y las series, al ordenador y pintor de cuadros.

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@alpinopetrol
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@alpinopetrol

Hay costumbres de niño que permanecen. Siempre fui un aficionado a las miniaturas a escala, en algún momento tuve de muchas… 1:18, 1:24, 1:43 y 1:64. Con el tiempo y en la actualidad, me dedico a coleccionar solo esta última, especialmente autos de competición. Mis favoritos son los fórmula 1 , en su mayoría realizados por Kyosho. Revistas también tengo y conservo muchas Automóvil-Formula, Autopasión y Altagama. En Chile las podías conseguir con un desfase de 3 o 4 meses, pero era la manera más apasionante de enterarse del mundo motor por entonces, cuando el internet no era de tan… Leer más »

Biel
Invitado
Biel

Qué buenos recuerdos! Muchas gracias. Ojalá pudiéramos usar el Delorean de Regreso al Futuro para volver a vivir aquellos maravillosos años.

Javier Costas
Suscriptor

Este artículo debió haber salido hace mucho tiempo, concretamente casi dos años, y el único responsable he sido yo. Le debo a Carlos muchas disculpas y aprovecho este espacio para que sean públicas. Esperé durante meses respuesta de revistas a las que pedí permiso para reproducir sus portadas (prohibido por ley), así que al final hubo que buscar otra solución. El resto ha sido una sobrecarga crónica de trabajo y dedicarme a lo urgente y no tanto a lo importante. Carlos Sampol, una vez más, siento mucho tanta demora. También me sentí muy identificado con todo lo expuesto. Tuve las… Leer más »

Raúl Andreo
Invitado
Raúl Andreo

Genial artículo! Gracias

Pere
Invitado
Pere

Gran artículo Carlos! Muy buena recopilación y reflexión final


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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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En la época en la que pasaba el día dibujando coches, alguien me preguntó: ¿pero a ti te gusta más la mecánica o la carrocería de los coches? Esa misma semana leí el Manual del Automóvil de Arias Paz. Tenía 14 años, esa simple pregunta es la razón por la que estoy aquí, desde entonces no he parado de aprender sobre lo que se convirtió en mi pasión.

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