Cada quién con sus principios y nadie puede negar que Ferrari, a juzgar por los antecedentes, es el fabricante de automóviles que más celoso y terminante se muestra cada vez que aparece un coche que, haciendo uso de su marca, desvirtúa la esencia del vehículo y hasta ridiculiza su estética, poniendo en riesgo el prestigio y la idiosincrasia de la compañía. Entonces podríamos preguntarnos si en este caso ameritaría una de esas batallas legales que a menudo proponen en Maranello.
“¡El Dino!”. ¿A qué amante de los clásicos de Ferrari no le ha nacido esa expresión tan cargada de nostalgia y efímera felicidad producto del momento, del grato encuentro? Puedo dar fe de ello. Al menos, es lo que me ha pasado en mi última visita al Autoclásica de Buenos Aires, aun con el despropósito de haberlo encontrado con el techo desmontable rígido en posición. ¡Quién en su sano juicio exhibe un Dino 246 GTS sin su faceta targa al descubierto, con lo bellas que se presentan sus líneas de diseño en esa configuración y con la oportunidad inmediata de echar un vistazo a su interior para confirmar si lleva todavía aquellos asientos originales derivados del “Daytona”!
Esa simple y genuina exclamación bien podría invocarse si a golpe de vista te encuentras con el ejemplar que en este artículo me convoca, porque lo hace posible el notable parecido de su silueta con el modelo que en su tiempo hizo del homenaje al difunto hijo de Don Enzo una marca propia. Todo se echa por tierra cuando afinamos la mirada, pues la innegable similitud del concepto de diseño es proporcional a las diferencias que rápidamente entran en escena. Eso sí, ante el interrogante inicial sobre si ameritaría una demanda, claramente no es este el caso.
En primer lugar, porque tanto el logotipo de Ferrari como el del Dino brillan por su ausencia y no se lo comercializa bajo la marca Ferrari. Por otro lado, en esta explícita y deliberada referencia, la intervención es sobria y lejos está de poner en riesgo el respeto que suelen transmitir los diseños clásicos de Ferrari. Nace del Dino, pequeño detalle, el diseño base de esta creación, y es esta creación el producto de gente con conocimiento, no de algún circunstancial cliente con mal gusto y principios cuestionables.
Su nombre es Deon Mirabeau –adoptado de la célebre curva del circuito de Montecarlo–, es una tanda personalizada sobre el diseño del 246 GTS y su existencia se traduce en una producción decididamente exclusiva llevada a cabo desde finales de los años ochenta hasta finales de la década del noventa. Un total de 32 unidades, para ser exacto, y algunas apreciaciones obligatorias.
Para empezar, hablamos de un coche –a título personal– que se apropia de la silueta del Ferrari 250 LM. La transición hacia la zaga aleja el dibujo curvilíneo de las molduras laterales de carrocería de las del Dino de serie. Observen las aletas y el alerón trasero de este ejemplar que se anuncia por Classic Driver a un valor de 20.000 dólares. A propósito, quien se muestre interesado en adquirirlo de saber lo siguiente: su odómetro registra apenas 503 kilómetros, producto de haberse utilizado como coche de exhibición durante sus primeros 18 años y, acto seguido, de haber ingresado a una casi eterna restauración.
Acerca del sector trasero, hay algo más que aporta a ese estilo: el Mirabeau desestima la caída targa del modelo original y en su lugar cuenta con un marco para capota de lona y una cubierta para el motor trasero que sigue acrecentando su postura deportiva. Una configuración inédita en la época del Dino, lo que convierte al Deon en una opción interesante para todo aquel amante del 246 y de los convertibles, con el dato no menor de una mejor relación peso-potencia: ambos cuentan con potencias casi idénticas –193 CV para el motor del Mirabeau y 195 CV para el 265 GTS–, pero es este personalizado el que aventaja con 130 kg menos de peso.
Un motor que no fue el mismo en las 32 unidades. La mayoría de los clientes recibieron el Ford Cologne V6 2.9, mientras que en menor medida se aplicó el Cosworth V6, el Lancia de dos litros y el V6 2.5 con cuatro válvulas por cilindro de Alfa Romeo. Es este último el que se esconde debajo de la cubierta de este ejemplar, que a su primer dueño se había entregado con el mencionado 2.9 de Ford. El de la motorización es uno entre tantos cambios que recibió durante el mencionado largo período de reconstrucción, una etapa de nueve años que inició en 2013 y terminó en 2022.
Antes de recibir el Blu Scuro que notan en las fotos, la carrocería de este Mirabeau fue desmantelada por completo. Por dentro, casi todo se ha modificado: nuevos instrumentos, nuevo tapizado de cuero para los asientos, nuevo guarnecido de cuero parar el interior de las puertas y nuevas alfombras. En el chasis y en la suspensión también se sometió a cambios, con un nuevo bastidor en A y muelles helicoidales respectivamente. De lo más atractivo, sin embargo, es el par de arcos antivuelco cromados con fundas en Alcántara que le dan el toque de distinción.
Mauro Blanco
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