BMW nunca ha sido de pasar desapercibida, y el BMW Vision Driving Experience (VDX), presentado en el Salón de Shanghai 2025, es la prueba: un prototipo eléctrico con un par de 18.000 Nm que parece capaz de arrastrar un tren. No llegará a las calles, pero este bicho es un escaparate del futuro de BMW, sobre todo de los M eléctricos que quieren seguir siendo la referencia en conducción pura. Sin embargo, su diseño diferenciado del resto y una tecnología que parece sacada de una peli de ciencia ficción moderna han hecho ruido en redes. Muchos dicen que los diseñadores de Múnich se lo han flipado creando coches que ya no son naturales, sino naves espaciales con ruedas. Vamos a desmenuzarlo para frikis como nosotros, pensando en lo que esto significa para el conductor que solo quiere un BMW que mole.
Un laboratorio eléctrico que impresiona, pero no convence
El VDX es un experimento sobre ruedas, no un coche para tu garaje. Con cuatro motores eléctricos y el sistema “Heart of Joy”, genera un par tan salvaje que BMW lo subió por una rampa de 55 grados en Shanghai, como si fuera un todoterreno de Hollywood. Este “Heart of Joy” es un cerebro electrónico que gestiona tracción, frenos, dirección y recuperación de energía diez veces más rápido que los sistemas actuales, con una latencia de un milisegundo. ¿Resultado? Derrapes controlados, estabilidad brutal y un 25% más de autonomía. Suena a pepino total, pero es un banco de pruebas para los futuros Neue Klasse, como el iX3 o el i3 eléctrico que llegarán desde 2025.
Para el conductor de a pie, esto pinta bien: son coches más precisos, que gastan menos y te hacen sentir como un piloto aunque estés usándolo para ir a Salou . Pero, seamos serios, ¿quién necesita tanto par para ir al curro? BMW dice que si el sistema aguanta esta burrada, las situaciones cotidianas serán coser y cantar. Vale, pero el VDX parece más un juguete de ingenieros pasados de rosca que algo que sirva para el usuario normal, que busca un coche sin más.

Un diseño marciano
El VDX no pasa desapercibido: un frontal ancho como un camión, un difusor trasero gigante, un alerón de carreras y ruedas Michelin Pilot Sport Cup 2R de 325 mm que gritan “pista”. La pintura autoluminiscente y las líneas de la Neue Klasse, más agresivas que un M3 con esteroides, son un anticipo de lo que viene, pero también un imán para la bronca. En redes, los fans están partidos: unos lo ven como el futuro de BMW M, otros como un esperpento que no pega con la marca. Los diseñadores han ido a saco, pero se les ha ido la mano: esto no es un coche, es un Transformer en crisis existencial.
Para el consumidor, el problema está claro: BMW está perdiendo el toque humano. Las parrillas enormes (que ahora ya se comen hasta los faros), los interiores con pantallas de nave espacial y ahora este VDX que parece diseñado por un robot futurista… ¿Dónde quedó la sencillez elegante del E46? El interior, con fibra de carbono, asientos Recaro y un iDrive que parece más de un simulador mola para frikis, pero no te imaginas llevándolo un domingo por la sierra. BMW necesita bajar al mundo real si quiere que sus coches sigan siendo “nuestros”. O puede seguir diluyendo su identidad, claro. De ellos depende.
¿El futuro de BMW o un postureo tecnológico?
El VDX apunta a un futuro donde los BMW M eléctricos serán bestias precisas, con sistemas como el “Heart of Joy” que regeneran energía al 98% y apenas usan frenos físicos. Eso significa más autonomía y menos visitas a la gasolinera, un puntazo para el usuario eléctrico. Pero la polarización viene de que BMW parece más obsesionada con dejar boquiabiertos a todos con un desfile de tecnología que con conectar con el conductor apasionado. Muchos acusan a la marca de olvidar su esencia y de crear coches que brillan en los salones pero no en la carretera.
Para el consumidor, el mensaje es agridulce. Sí, BMW innova por un tubo, y los próximos Neue Klasse podrían ser la leche. Pero si los diseñadores no pisan el freno y hacen coches que se sientan cercanos, corren el riesgo de perder a los que amamos la marca por su alma, no por sus números. El VDX es un pepino, pero el futuro de BMW debería equilibrar la locura con un poco de alma. Porque, al final, queremos coches que nos hagan disfrutar, no solo que nos dejen con la boca abierta con el Carplay.
Jose Manuel Miana
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