El Porsche 356 fue el primer modelo de la firma alemana. Un coche que, curiosamente, tenía mucho que ver con la creación de otro miembro de la familia Porsche: el Volkswagen –por entonces, a finales de los 40, todavía no se le llamaba “escarabajo”–. Sí, Volkswagen y Porsche comparten muchas raíces, aunque el hecho de partir del Volkswagen fue por cuestiones económicas y logísticas. Era el final de la Segunda Guerra Mundial y la escasez de todo era la norma.

Tras algunos años en el mercado, Porsche comenzó a vender sus coches en Estados Unidos gracias a uno de los personajes más importantes de los años 50, el señor Maximiliam Hoffmann, o más conocido como Max Hoffman –usaba un diminutivo y quitó una “N” de su apellido para parecer más estadounidense, pero era austriaco–. Hoffman se hizo un hueco en Estados Unidos como importador de automóviles europeos y vio un enorme potencial en Porsche, cuando la marca apenas llevaba un puñado de años en activo. Así, se reunió con los responsables de la firma alemana y comenzó a importar los coches de Porsche a Estados Unidos.

Pronto se vio que Norteamérica sería uno de los mercados más importantes para Porsche, pues en 1955 absorbía el 50% de la producción de la compañía germana y eso fue gracias al señor Hoffman, que aconsejó a los dirigentes de la marca varias ideas, aunque antes de eso, puso en circulación el Porsche 356 America Roadster, una versión específica para Estados Unidos, que contaba con una carrocería descapotable fabricada con alumino, lo que reducía el peso total del conjunto en 160 kilos, una reducción de peso que permitía alcanzar los 180 km/h con el motor 1,5 litros de 70 CV. Una velocidad nada desdeñable en 1952, cuando comenzó las ventas.

La carrocería de aluminio del Porsche 356 America Roadster era fabricada a mano por el carrocero Erich Heuer, de Karosseriefabrik, situada en Ullersricht, cerca de Wieden, en Alto Palatinado, Alemania. Estéticamente era muy sencillo, pues era un descapotable que escondía el techo –era una simple lona para evitar que los ocupantes se mojaran si llovía–, sin adornos, ni cromados y con algunos rasgos que se verían luego en el Porsche 356 Speedster.

El caso es que su fabricación, totalmente artesanal y además, con un carísimo aluminio, provocaba que su precio fuera muy alto, demasiado para un coche de 70 CV; por mucho que fuera capaz de alcanzar los 180 km/h. Así, solo se fabricaron un total de 16 unidades, tras las cuales y por petición de Hoffman, se comenzó a comercializar el Porsche 356 Speedster en 1954.