El Opel Astra 2.0 Turbo se podría considerar como una versión que pasó, quizá, un poco desapercibida. De primeras, se lanzó al mercado en plena fiebre de los turbodiésel, y de segundas, pronto fue eclipsada por una versión más potente que casi ocupó su lugar. Y eso que se trata de un coche con 170 CV con un precio de 22.900 euros, no especialmente alto para la categoría en la que militaba.
Durante muchos años, el mercado europeo estuvo dominado por los motores diésel, y además, dominado de tal forma que incluso se llegó a reducir la inversión en el desarrollo de nuevos motores gasolina y se redujo su oferta considerablemente. Sin embargo, se mantuvieron, por suerte para aquellos que se lo podían permitir, opciones gasolina potentes y veloces, destinadas principalmente a quienes buscaban algo más que un simple vehículo.
El Opel Astra 2.0 Turbo era una de esas versiones destinadas a un público especial, un tipo de conductor que valoraba el tacto de conducción, la suavidad del motor y, por supuesto, la potencia. Había motores turbodiésel muy potentes por aquel entonces, el mismo Astra tenía una versión con 150 CV de muy buenas prestaciones, pero el tacto, a pesar de ser muy destacable, no llegaba a tener el feeling que daba un buen motor gasolina.
Muchas veces se nos pasa por alto, pero General Motors hacía motores con altos niveles de par, como buen fabricante americano
Por aquel entonces, Opel todavía estaba bajo control de General Motors y tenía una personalidad mucho más marcada de que tiene desde que forma parte de Stellantis y se notaba en muchos apartados, como por ejemplo, el interior, que si bien no era el más bonito del mercado –esto siempre según gustos, ya se sabe, pero nos basamos en opiniones de la prensa de la época–, tenía un altísimo nivel de acabado. Tampoco podemos olvidar la variante de tres puertas, el Astra GTC, que fue todo un éxito por su interesante diseño.
En el caso del Astra 2.0 Turbo, no era menos interesante con sus cinco puertas que el GTC, pero claro, era menos deportivo. Era un rival directo, por precio y prestaciones, del SEAT León FR –la primera generación del compacto español–, gracias a un motor con 29,7 mkg a 3.730 revoluciones. Son más de 270 Nm, que no son pocos precisamente. Se extraían, junto a sus 170 CV a 5.200 revoluciones, de un cuatro cilindros de 1.998 centímetros cúbicos, sobrealimentado por un turbo y un intercooler.
Se trataba de un motor poderoso. La revista Coche actual llegó a obtener, en banco de potencia, 175 CV a 4.800 revoluciones, casi como su fuera un diésel, cifra que justifica en gran parte los 14,1 segundos que empleaba para pasar de 80 a 120 km/h en sexta. Los 1.000 metros con salida parada los completaba en 28,6 segundos, que tampoco está nada mal.
La prensa de la época lo consideró un coche muy equilibrado y eficaz, sobre todo si se optaba por el cabado Cosmo, que tenía de serie el llamado Pack Sport Chassis, que sumaba al equipo una suspensión con tarados más firmes –o suspensiones pilotadas IDS Plus por 700 euros– y el sistema Switch Sport, que modificaba el mapa motor, la asistencia de la dirección y la programación del acelerador.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS