El parabrisas laminado: el pequeño gran invento que salvó miles de vidas y cambió el diseño de los coches

El parabrisas laminado: el pequeño gran invento que salvó miles de vidas y cambió el diseño de los coches

Sus orígenes y los antecedentes de su hallazgo; Ford fue pionera, pero no la primera en instalarlo en un coche de manera estándar


Tiempo de lectura: 3 min.

Cuánta agua ha corrido bajo el puente en la industria automotriz como para dar por naturalizado, algo que costó décadas consolidar y cuya inventiva data de tan poco tiempo atrás. ¿Acaso qué son 100 años en la historia de la humanidad? En la década del 20 del siglo actual nos ocupa la expansiva digitalización, los sistemas de seguridad cada vez más complejos y los niveles de conducción autónoma en aumento. En la década del 20 del siglo pasado, la innovación pasaba por lo que hoy vemos como algo precario.

¿Cómo un coche no va a tener parabrisas? Algo básico, desde ya, pero los automóviles no nacieron con el vidrio frente a nuestros ojos y su desarrollo marcó un antes y un después en materia de seguridad. Las gafas protectoras y el viento contra la cara, vaya imagen del automovilismo de hace 70 años. Sin embargo, fue esa una escena que se vivió en los albores del siglo pasado: cuando el parabrisas no existía, las personas debían protegerse de esa manera ante el polvo, el propio viento molesto y las piedras que podían saltar desde afuera.

Los del óvalo fueron pioneros en el parabrisas laminado, pero ya arrastraba antecedentes con su Ford T de 1908 en una primera década del siglo XX que significó un punto de partida, por la implementación de un tipo de parabrisas preliminar al mencionado laminado que llegaría años después.

Ese sistema, que consistía en una doble hoja de vidrio horizontal –una parte inferior y otra superior, la cual podía plegarse cuando se ensuciaba y así recuperar visibilidad–, debía mejorar, porque, con cada vez más coches circulación, los accidentes también fueron en aumento y el parabrisas no ofrecía protección alguna.

El parabrisas laminado se establece en los coches

¿Alguna vez escucharon la expresión “collar de cristal”? Está ligada a los automóviles y a esos primeros años. Ese sistema de doble hoja no era resistente y el vidrio se partía en múltiples fragmentos –lo que generaba lesiones al impactar contra los ocupantes–, y ese collar de perlas no era otra cosa que las personas atravesando el parabrisas de cabeza y, acto seguido, saliendo despedidas. El cristal laminado, que además de su injerencia en la evolución del diseño del automóvil es junto al cinturón de seguridad el invento que más vidas salvó, estaba en marcha.

En los coches, su implementación en coches de serie comenzó en los años veinte, pero su hallazgo ocurrió a finales de la primera década del siglo pasado y de una manera peculiar. El francés Edouard Benedictus fue quien patentó en 1909 el cristal laminado luego de que cayera un vaso de vidrio y notara que no se había partido en mil pedazos. El motivo radicaba en la celulosa que portaba y que, al secarse, formó una película que hizo que los pedazos de vidrio siguieran unidos.

Ford lo comenzó a experimentar con el laminado en 1919 y, dos años después ya lo estaba ofreciendo como opcional se considera al –se considera al Rickenbacker 1926 como el primer coche en llevarlo de manera estándar–, pero al ser un invento que demandaba altos costes de fabricación e implicaba altos precios, tardó en establecerse en la industria automotriz y luego en popularizarse.

En esto último tuvo que ver que, una vez estrenado en las marcas de coches, el laminado necesitó años de perfeccionamiento, debido a que, en un principio, la capa de celulosa se decoloraba y se oscurecía con el tiempo. Las soluciones fueron apareciendo y ese resistente parabrisas cambió la ecuación, aumentando la seguridad en múltiples formas, porque, además de evitar la fragmentación del cristal que antes derivaba en heridas y en salir disparados como una bala, su resistencia le dio mayor rigidez a los vehículos y en particular a los techos ante vuelcos.

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Sobre mí

Mauro Blanco

Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.