Hablar de Volvo supone, por lo general, hacerlo de seguridad. No hay ningún fabricante más que haya apostado tan descaradamente por la seguridad durante tantos años, tal ha sido la obsesión por la seguridad, que decidieron limitar la velocidad máxima de todos sus coches nuevos a 180 km/h. Desde hace unos años, por potente que sea, no hay un Volvo que supere esa velocidad y todo fue por esa obsesión por la seguridad.
No obstante, hablar de Volvo, al menos antes de llegar a estos límites, además de seguridad, también suponía hablar de motores turbo y de carrocerías familiares. Los suecos eran unos auténticos expertos en el tema y ya en 1993 tenían un familiar de altos vueltos, el Volvo 850 T5, cuyos motores turbo rendía 225 CV. No llegaba al nivel del Audi RS2, pero tampoco se puede decir que fueran poca cosa. No había muchos familiares con 225 CV, como tampoco los había con 250 CV; como llegó a ofrecer el Volvo 850 T5-R. Antes Volvo era así, conjugaba la máxima seguridad con motores turbo de altas prestaciones, y a nadie le parecía nada raro.
De hecho, el Volvo 850 fue reemplazo en el mercado por el Volvo S70, un sedán que tenía muchas en común con el 850 –era casi un restyling–, pero que representaba un notable cambio con respecto a aquel. Las formas eran más suaves, con aristas redondeadas y formas menos rotundas, aunque mantenía las características líneas rectas de Volvo en toda su extensión, algo que tomaba un otro cariz cuando se trataba de la carrocería familiar, el Volvo V70. En este caso, todo era muy similar al 850, ya que se mantenían gran parte de los rasgos como la larga línea de techo paralela al suelo, al igual que la línea de cintura o las ventanas. El coche parecía más grande de lo que realmente era por era profusión de líneas rectas, pero al menos, no era el típico coche familiar feo y pesado visualmente.
Con el Volvo S70 y V70, se mantuvo, como cabe esperar, todas las características de seguridad típicas de la marca, pero también se mantuvo la presencia de una versión de altas prestaciones que recibió el nombre de Volvo V70 R, y aquí no había limitación de velocidad… Bajo el capó, el Volvo V70 R escondía un propulsor de cinco cilindros con 2.319 centímetros cúbicos y culata de 20 válvulas, que gracias a la presencia de un turbo, anunciaba 184 kW –250 CV– a 6.000 revoluciones y 350 Nm de par a 2.400 revoluciones. Era un motor poderoso, con 108 CV/litro, que se comunicaba con el suelo mediante un cambio manual de cinco relaciones, un sistema de tracción integral y un diferencial de deslizamiento limitado.
Era una combinación lo suficientemente buena, como para lanzar sus 1.735 kilos hasta los 245 km/h, tras haber completado el 0 a 100 km/h en siete segundos, los 400 metros con salida parada en 15,3 segundos y el kilómetro en 27,4 segundos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".También existió la versión V70R en fwd con autoblocante, mucho menos pesado.