Coche del día: Honda Prelude (1ª generación)

Coche del día: Honda Prelude (1ª generación)

Un cupé japonés con encanto


Tiempo de lectura: 2 min.

El Honda Prelude de primera generación (1979-1982) es un esbelto cupé que, en cierta medida, puso un broche de oro a un momento dulce del fabricante nipón. Con dos modelos a la venta de gran éxito, como lo eran sus hermanos Civic y Accord, ambos completamente nuevos, el Honda Prelude iba dirigido a un tipo de cliente muy concreto: ese que quería algo más grande que un utilitario y no tanto como para ser considerado un vehículo familiar (un 2+2), eso sí, con un toque de distinción.

Entre los “tres metros y medio” del Civic y los “cuatro y medio” del Accord, plantaron el Prelude en la equidistancia, dejaron dos puertas, disminuyeron ligeramente la altura, aumentaron la anchura, le dotaron de una forma que le hacía parecer un deportivo –aunque no lo era–, y lo terminaron con exquisito cuidado. Empleando un tecnicismo académico: resultó un producto molón.

A mediados de la década de los 70 el fabricante japonés Honda había cosechado un buen nivel de prestigio como motorista, en particular en el mundo de las motos. Modelos como la mítica CB750 Four, primero (1969), y su sucesora la CB750K (1978) habían contribuido a ello. Honda trasladó el buen hacer en las motos a un utilitario magnífico, como lo fue el Civic de entonces, y a su hermano mayor, el Honda Accord. Ambos tenían en común un peso ligero, motores silenciosos, con un consumo contenido para lo que se llevaba entonces, y de prestaciones razonables. Coches pensados para agradar a su propietario en todos los aspectos.

Con ese bagaje previo y dando una vuelta de tuerca a la japonesa en los detalles, nació el Honda Prelude. Sin destacar en nada en particular, salvo la terminación, y por haber aprovechado lo mejor de sus hermanos, conducir este tracción delantera de 1.600 cc, era una delicia: aceleraciones suaves y progresivas, cambio preciso de cinco relaciones bien escalonado, una estabilidad notablemente mejor que la de sus predecesores, silencioso, resultón y con buen precio. ¿Quién da más? De este coche recuerdo en particular el llamativo cuadro de instrumentos: además de que el tacómetro es concéntrico con el velocímetro, el material que los protege es tan transparente y perfecto, que parece no existir.

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Delco

Más que la Historia, me gustan las viejas historias que huelen a asfalto, carreras y gasolina.

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