¿Por qué ya casi no se fabrican coches ligeros?

¿Por qué ya casi no se fabrican coches ligeros?

El peso que estamos pagando


Tiempo de lectura: 6 min.

Nada tiene que ver un utilitario de los años setenta con los coches que vemos hoy aparcados en el súper. Aquellos cacharretes ligeros y sencillos se movían sin muchas florituras porque con poco cumplían. Hoy, en cambio, casi todo pesa más de 1.300 kilos, aunque siga considerándose “compacto”. Esa sobreabundancia de kilos no aparece por arte de magia, sino que responde a exigencias de seguridad, gustos del mercado y una tendencia imparable que, por mucho que nos moleste, parece no tener freno.

La normativa actual es pesadota, porque exige carrocerías robustas, multitud de airbags, sensores, asistentes y zonas deformables que hacen que incluso los coches pequeños se conviertan en tanques urbanos y con ruedas. El espejo del parking casi pesa ya más que un utilitario de hace dos generaciones, y la excusa de que es por nuestra protección no es suficiente para muchos, aunque acaba imponiéndose porque chocar contra un SUV ya no es lo mismo que hace décadas. El enfoque normativo deja menos espacio para los modelos livianos y más sencillos que antes tenían un espacio natural, sobre todo entre los jóvenes.

En paralelo, el consumidor ha cambiado. Antes buscábamos coches ágiles, fáciles de aparcar y baratos de mantener. Ahora lo que más nos convence es la amplitud, la posición alta de conducción y la solidez que transmite un coche grande. No sorprende que el mercado esté repleto de SUV y crossovers, mientras el utilitario modesto casi ha desaparecido. Esa elección no solo responde a comodidad; es también una decisión de mercado. ¿Por qué apostar por las carrocerías ligeras y modestas cuando el dinero está en lo otro?

Para redondear el golpe inevitable, fabricar coches ligeros no sale a cuenta. Los materiales ligeros de verdad cuestan un montón de dinero, y producirlos exige procesos caros que las fábricas no están dispuestas a asumir. Se prefiere invertir en lo que da más margen: SUV, berlinas grandes o eléctricos pesados. La consecuencia lógica es que el coche ligero queda para un grupo selecto, el de los incondicionales que seguimos valorando ligereza, manejo ágil y sentido práctico.

Toyota C HR (2)

El precio oculto de ignorar los coches ligeros

Cada kilo de más se traduce en consumo de más. Da igual que haya motores muy eficientes o sistemas híbridos; un coche pesado nunca será tan ahorrador como un ligero como aquellos mecheros de los 90. Nos dicen que los eléctricos nos libran del consumo sin sentido de combustible, pero nunca nos explican bien que se compensa con consumo en kilovatios de baterías grandes como casas. No es solo gasto en gasolina o electricidad, sino en recursos, emisiones y desgaste de carreteras.

Ese peso también complica la ciudad. Aparcar, maniobrar, modular el asiento, abrir las puertas… todo exige más esfuerzo, y al final uno siente que conduce una mole. Eso sin hablar de las plazas de aparcamiento, que están diseñadas para aquellos coches de hace 30 años. A los que conducimos modelos aún modestos nos cuesta cada vez más entrar sin pagar el pato por un espacio que no necesitamos.

Por otro lado, está el impacto ecológico. La industria ha logrado reducir emisiones por kilómetro, pero el aumento del peso medio ha ralentizado el progreso global. Cuanto más pesado es el parque automovilístico, más recursos consume la fabricación y más contaminante es cada desplazamiento, por mucho que el coche sea eléctrico.

La conclusión es que hemos ganado en seguridad y comodidad, pero hemos perdido en ligereza, agilidad y economía. El peso que estamos pagando afecta a nuestras ciudades, a nuestro bolsillo y a la emoción de conducir.

fabricación coches

¿Tiene sentido plantear otra vía?

No todo está perdido. Hay modelos que apuestan por la ligereza con buen diseño y tecnología minimalista. Algunos coches como el Renault Twizy o el Citroën Ami demuestran que se puede fabricar un vehículo urbano práctico sin pasarse de kilos, aunque sean tan atractivos como atizarse en el meñique del pie. En el campo deportivo también hay ejemplos admirables: los deportivos ultraligeros como el Ariel Atom o el Gordon Murray T.25 nos demuestran que se puede loar el mínimo peso con sensaciones puras al volante.

Pero esos casos son la excepción, no la norma. La inmensa mayoría de los coches nuevos no acepta esa filosofía. El público manda; la industria sigue sus decretos. Mientras la demanda se mantenga en SUV y berlinas robustas, apenas habrá sitio para los modelos ligeros y sencillos. Aunque haya tecnología que permita aligerar, sin ayuda normativa o incentivos, no será rentable apostar por ella.

Si realmente queremos coches ligeros otra vez, hará falta un pacto entre reguladores, fabricantes y consumidores para premiar la ligereza y castigar el sobrepeso innecesario. Cambiar mentalidades no es fácil, pero tiene sentido cuando hablamos de eficiencia real y sostenibilidad. Al final, puede que no baste con soñar con coches pesados, si queremos uno de verdad llevar, quizá toque pedir menos kilos.

Renault Clio 2.0 16v RS

Para los reales: ligereza, manejo y pasión

Para quienes entendemos de motor, la ligereza no es una virtud estética, sino una forma de vida al volante. Un coche ligero transmite con tres curvas más que cualquier SUV con mil modos de conducción. El axioma “menos peso, más diversión” no se basa en sensaciones vacías, sino en física pura: menor masa, misma potencia, mismo chasis, más respuesta.

Quien conduce un coche ligero no lo hace para hacer postureo; lo hace para conducir. Esa conexión, ese tacto, solo lo proporciona un coche ajustado al mínimo. En circuitos, en puertos de montaña o en un tramo de carretera revirada, el coche ligero se siente vivo, preciso y directo. Quien lo prueba no vuelve a sentir placer al volante con nada más.

Por eso cada coche ligero desaparecido es una oportunidad robada. Pierde el que no produce, y también el que no conduce con conocimiento. Estamos vendiendo kilómetros vacíos por falta de kilos, y eso no debería pasar en el siglo XXI, cuando tenemos tecnología para hacer coches limpios y ligeros.

Si queremos que vuelva un coche con alma, con ligereza sin complejos, habrá que exigirlo. Sabremos hacerlo si demostramos que importa tanto el peso como los caballos. El peso que estamos pagando no es sólo económico o ecológico: es también una pérdida de experiencia, de conexión con la máquina, de pura pasión por el motor ligero.

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Sobre mí

Jose Manuel Miana

Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Soy un apasionado de los coches desde que era muy pequeño, colecciono miniaturas, catálogos, revistas y otros artículos relacionados, y ahora, además, disfruto escribiendo sobre lo que más me gusta aquí, en Espíritu RACER.

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Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.

Jose Manuel Miana

Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.