Los híbridos son el café con leche del automóvil: no ofenden a nadie, pero tampoco enamoran

Los híbridos son el café con leche del automóvil: no ofenden a nadie, pero tampoco enamoran

Una solución intermedia para un mundo que va con prisas


Tiempo de lectura: 8 min.

Ahora que todo el mundo parece querer correr más de lo que puede (la industria, los gobiernos, los fabricantes y hasta el usuario medio que antes solo miraba el precio del diésel en la gasolinera), los híbridos ganan relevancia como ese invento que no termina de ser ni una cosa ni otra, pero que cumple con su papel. No levantan pasiones, pero tampoco provocan rechazo. Son el término medio que se cuela por las rendijas de una transición energética que, a menudo, parece improvisada y accidentada.

El coche híbrido es el paso lógico para muchos conductores entre el motor térmico de toda la vida y ese futuro eléctrico que nos han dicho que es inevitable. Lo bueno del híbrido es que no hay que pensar en enchufes, ni en planificar rutas con cargadores, ni en pelearse con apps que no funcionan. Uno se sube, arranca, y el coche decide si va con electricidad, gasolina o ambas cosas a la vez. Es sencillo, funcional y hasta te permite ahorrar algo de combustible en ciudad.

El problema viene cuando intentamos atribuirles un alma o un carácter, porque ahí los híbridos flojean. No son coches que uno elija por amor a la carretera, ni por placer de conducción, ni por ninguna emoción concreta. Son prácticos, sí, pero tan asépticos que podrían venderlos en la sección de electrodomésticos del Carrefour, y eso, para los que venimos del mundo del motor con pasión y memoria, tiene algo de triste.

Eso no significa que no tengan su lugar en el mercado. Todo lo contrario: lo tienen, y muy bien ganado. Pero quizá deberíamos dejar de tratar de convertirlos en algo que no son. Porque por mucho que los anuncios pongan música épica y planos de puertos de montaña, sabemos que ese Corolla híbrido que ves cada mañana en la puerta del colegio está ahí por el consumo, no por lo que transmite al volante.

Toyota Corolla (2)

La tecnología detrás del silencio

Desde un punto de vista técnico, los híbridos merecen más respeto del que a veces se les da, porque hacer funcionar dos motores en paralelo, y que lo hagan de forma imperceptible para el conductor, no es ninguna tontería. Toyota lleva más de dos décadas afinando con su sistema Hybrid Synergy Drive, y el resultado es una experiencia suave, eficiente y muy bien engrasada.

El motor eléctrico asiste en las arrancadas, cuando el consumo es más alto, y apoya en aceleraciones suaves. El motor térmico se encarga del grueso del trabajo en carretera. Y todo eso lo gestiona una centralita que coordina la entrega de potencia, la recarga de la batería y hasta el freno regenerativo sin que el conductor tenga que pensar en nada. Puede que sea poco apasionante, pero desde luego es brillante en lo que se propone.

Eso sí, la mayoría de los híbridos convencionales no permiten conducir en modo eléctrico más allá de un par de kilómetros, y solo a bajas velocidades. No están pensados para eso. Son coches urbanos con ambiciones contenidas, y fuera de ese entorno (en autopista, en puertos de montaña, en viajes largos con el coche cargado) sus ventajas se diluyen bastante. A veces incluso consumen más que un diésel bien llevado.

La otra cara es la durabilidad. Paradójicamente, los híbridos de Toyota, Honda y compañía son auténticas rocas en fiabilidad. Miles de taxistas lo avalan porque llevan años funcionando con millones de kilómetros sin apenas fallos. Es uno de esos casos en los que la complejidad tecnológica no ha ido en contra de la robustez mecánica, y eso también es parte del atractivo para quien busca un coche para todo.

Honda Civic eHEV (6)

Híbridos enchufables: ni carne ni pescado

Luego están los híbridos enchufables, que intentan ir un paso más allá. Tienen baterías más grandes, permiten circular en eléctrico unos 40 o 50 kilómetros, y se pueden cargar en casa. En teoría, son la solución perfecta para quien hace trayectos cortos durante la semana, pero quiere libertad en viajes largos. En la práctica, las cosas son un poco más complicadas.

Primero, porque para que el sistema funcione como debe, hay que enchufarlos, y mucha gente no lo hace. Si uno se limita a circular en modo híbrido sin recargar la batería, va arrastrando un sobrepeso de más de 300 kilos que no aporta ninguna ventaja, y eso repercute en el consumo, que en esas condiciones puede dispararse.

Además, las cifras de consumo y emisiones que homologan están completamente desvirtuadas. En el ciclo WLTP, que favorece a los enchufables, las pruebas se hacen con la batería llena, y eso da lugar a consumos ridículamente bajos que no se corresponden con un uso real. ¿Quién recarga cada día? ¿Quién hace solo 40 kilómetros? ¿Y si tienes que irte de viaje con el maletero lleno y el climatizador a tope?

Los enchufables tienen mucho sentido para un perfil muy concreto de usuario con punto de carga en casa y trayectos urbanos frecuentes. Para el resto, son coches caros, complejos, y a menudo decepcionantes en cuanto uno se sale del guion previsto. Son ese café con leche con nata por encima: más vistosos, más caros, pero igual de templados.Híbridos enchufables (1)

El mercado quiere lo fácil

Lo curioso es que, a pesar de todas sus limitaciones, los híbridos se venden como churros. Parte de la explicación está en las etiquetas ambientales. La etiqueta ECO, en España, abre la puerta a zonas de bajas emisiones, bonificaciones fiscales y otras ventajas administrativas. Para muchos compradores, eso pesa más que cualquier otro argumento.

También están las marcas, que han hecho un esfuerzo enorme por meter los híbridos en su gama como una especie de pasaporte rápido a la electrificación. Renault, Kia, Hyundai, Ford, Peugeot… Todos tienen versiones híbridas o microhíbridas en cada segmento. Aunque a veces la hibridación es tan ligera que roza el maquillaje técnico.

No podemos olvidar a los concesionarios, que los colocan con gusto porque permiten justificar precios más altos sin asustar al cliente tradicional. No hay que explicar cómo se carga, ni qué pasa en invierno, ni qué hacer si te quedas sin batería. Son coches que se venden solos porque no hay que evangelizar a nadie.

En cierto modo, los híbridos son los nuevos compactos diésel de hace veinte años. Una opción lógica, funcional, poco emocional, pero muy efectiva. No impresionan a nadie, no hacen ruido, no tienen una imagen agresiva. Cumplen, y punto. Como ese café con leche de media mañana que no recuerdas haber pedido, pero siempre está ahí.

ford kuga st line (1)

¿Y qué queda para los frikis del motor?

Para los que todavía disfrutamos de cambiar marchas, de escuchar un motor subir de vueltas, de tomar una curva con el coche bien asentado, los híbridos no son exactamente un regalo. Aunque hay excepciones. El Honda CR-Z intentó dar con la tecla hace años, y el Lexus LC500h tiene un equilibrio curioso entre tecnología y emoción, pero son rarezas dentro del conjunto.

La mayoría de híbridos tienen una dirección anestesiada, una respuesta al acelerador filtrada, y un tacto de freno raro por culpa del sistema regenerativo. No invitan a jugar. No piden guerra. Son coches diseñados para evitar la fricción, no para provocarla, y eso, por mucho que nos lo intenten disfrazar, se nota.

Tampoco ayudan las cajas de cambios. Muchos híbridos montan transmisiones de tipo CVT que priorizan la suavidad y el consumo frente a cualquier otra cosa. A nivel técnico tiene sentido, pero el resultado es una experiencia de conducción distante, en la que uno siente que el coche va por su cuenta y tú solo estás invitado.

Eso no significa que no puedan convivir con los coches que nos gustan. Pero sí que representan una forma de entender el automóvil que no se acerca tanto al placer de conducir como a solucionarnos la papeleta de las restricciones burocráticas.

Lexus LC500h

Ni héroes ni villanos

Quizá lo más justo sea dejar de pedirles a los híbridos lo que no pueden dar. No van a sustituir a los deportivos. No son coches para amantes del motor. Son soluciones intermedias para una etapa intermedia, y si uno lo acepta así, es más fácil valorarlos por lo que hacen bien.

Podemos seguir disfrutando de lo que nos gusta mientras el mundo sigue su curso. Pero también podemos entender que hay gente que solo quiere llegar del punto A al punto B sin complicaciones, sin pensar en emisiones, ni en autonomía, ni en si su coche le representa o no.

Así que, sí: los híbridos son el café con leche del automóvil. Ni emocionan, ni ofenden, ni marcan época. Pero cumplen a la perfección, y eso es todo lo que se les pide.

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Sobre mí

Jose Manuel Miana

Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Soy un apasionado de los coches desde que era muy pequeño, colecciono miniaturas, catálogos, revistas y otros artículos relacionados, y ahora, además, disfruto escribiendo sobre lo que más me gusta aquí, en Espíritu RACER.

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Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.

Jose Manuel Miana

Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.