El Renault Mégane RS marcó un antes y un después. Fue el primero que, por así decirlo, abrió la veda de una evolución que, de pronto, se detuvo en una generación de coches realmente espectaculares. ¿Alguien se habría imaginado alguna vez que un compacto de tracción delantera, podría llegar a presumir de 320 CV? Pocos, muy pocos, ni siquiera cuando se puso en circulación la segunda generación del Ford Focus RS –y la edición especial RS500– se podría haber adivinado hasta donde llegarían los compactos deportivos.
Y sí, uno de los primeros fue el Mégane RS y su tiempo en Nürburgring, un reto que se ha mantenido constante en todas las generaciones del compacto francés. De hecho, la cuestión llegó a tal nivel, que en Renault se lo tomaban muy a pecho cuando alguien les arrebataba el cetro del tracción delantera más rápido de Nürburgring. El Renault Mégane RS 275 Trophy-R una de las mejores muestras, pues nació, sencillamente, para recuperar el honor de ser el tracción delantera más rápido en el Infierno Verde.
El culpable de que Renault diera vida al Mégane RS 275 Trophy-R fue el SEAT León Cupra 280, que durante muy poco tiempo, se convirtió en el tracción delantera más rápido del mítico trazado alemán. El Mégane 275 Trophy-R tuvo que ir al extremo para poder mejorar el registro, básicamente, se recuperó gran parte del concepto que representó el Mégane RS26.R de 2008: radicalidad, aunque no se llegó a emplear cosas como el capó de carbono o a no montar elementos como la radio.
Así, en el habitáculo del Trophy-R había dos asientos que, de no ser por la cuidada tapicería, bien podrían ser buckets de competición –con estructura de policarbonato–. Se eliminó el asiento trasero, se montó un volante tapizado en alcántara, un pomo para el selector del cambio de Zamak –una aleación de zinc con manganeso, aluminio y cobre– y los típicos detalles para animar un poco la vista de quien se encuentra dentro. Entre unas cosas y otras, se logró reducir 42 kilos el peso solo en el habitáculo.
El Mégane RS 275 Trophy-R era uno de los compactos más radicales en su momento, y solo se fabricaron 250 unidades
La obsesión de Renault por recuperar el récord en Nürburgring también supuso la inclusión de una batería de iones de litio, frenos de disco compuestos –acero y aluminio–, se montó llantas Speedline de 19 pulgadas “superligeras” y toda una serie de modificaciones que afectaron a la suspensión, que pasó a ser Öhlins totalmente regulables, Akrapovic desarrolló una línea de escape específica y Michelin proporcionó unos Pilot Sport Cup 2 desarrollados también específicamente.
El motor también sufrió una evolución, aunque en realidad, adoptó el motor del Mégane RS 275. Se trata de un cuatro cilindros de 1.998 centímetros cúbicos –de carrera larga: 82,7 por 93 milímetros para diámetro y carrera, respectivamente–, con turbo twinscroll, intercooler y capaz de entregar 275 CV a 5.500 revoluciones y 360 Nm de par entre 3.000 y 5.000 revoluciones. No obstante, este motor tenía truco, pues los 275 CV solo aparecían si se activaba el modo Sport o el modo Race. En caso contrario, “solo” se tenían 250 CV. El cambio era manual de seis relaciones y se disponía de un diferencial de deslizamiento limitado.
Las pruebas de la época no tardaron en destacar lo radical de la propuesta y lo extraordinario de su comportamiento deportivo, aunque pecaba, como cabe esperar, de ser incómodo para el día a día; ser el más rápido en Nürburgring tenía su precio.
Por cierto, antes de que se nos olvide, el tiempo en el Ring fue de 7:54.34 minutos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS