El Ford Escort 1.3 CL era unas de las opciones más básicas que podía encontrar cualquier usuario a finales de los años 80. Su condición de variante de acceso se notaba en el precio, que con 1.460.489 pesetas –8.777 euros de la década de los 80–, abría la puerta de un automóvil compacto a una gran cantidad de usuarios.
Ofrecer coches a precios contenidos ha sido una constante desde que Henry Ford pusiera en marcha la producción en serie de automóviles. La llegada del coche eléctrico ha demostrado la necesidad de ofrecer en catálogo coches cuyo coste no sea elevado, solo así se logran grandes niveles de ventas y se permite que la gente tenga un vehículo propio.
Actualmente es algo complicado, con todos los sistemas electrónicos y pantallitas que equipan los coches, pero en los años 80, era más sencillo. El Ford Escort 1.3 CL es la mejor prueba de ello, un modelo básico, con un motor igualmente básico, cuyo precio era bastante contenido para la época. Obviamente, hay que prescindir de cosas para que los precios sean bajos y el Escort CL no tenía aire acondicionado, ni volante regulable, no tenía elevalunas eléctricos –eran opcionales, aunque solo los delanteros–, las llantas de aleación no estaban ni en opción, no había cinturones de seguridad traseros…
No solo se ahorraba en equipamiento, la tapicería, por ejemplo, era igualmente de lo más sencillo, habrá quien diga que resulta fea, pero es típica de los años 80. El volante, por supuesto, no está tapizado, la radio era un extra, los espejos se regulaban manualmente desde el interior y hasta los paneles de las puertas eran de lo más sencillo. No obstante, Ford cuidaba mucho otras cosas, como la calidad de realización o los materiales, que a pesar de ser sencillos, eran de calidad y duraderos.
Sus 60 CV se quedaban cortos incluso en los años 80, pero solo así se podía tener un compacto por poco dinero
El motor del Escort 1.3 CL se fabricaba en España, lo que ayudaba a contener los gastos al tener menos impuestos, pero no eran especialmente prestacional, de hecho, la prensa de la época decía que habría sido mejor haber montado otra opción –mencionaban un bloque de 1,4 litros fabricado en Reino Unido–. Tenía 1.297 centímetros cúbicos, dos válvulas por cilindro, árbol de levas lateral y un carburador simple para la alimentación. Se lograban extraer 60 CV a 5.000 revoluciones y 10,2 mkg a 3.000 revoluciones, unas cifras muy justitas para un compacto tanto hoy como en los años 80, y eso que el Ford Escort 1.3 CL pesaba 936 kilos.
La transmisión era manual con cinco relaciones, aunque las dos últimas son algo largas para las prestaciones del motor. La cuarta tenía un desarrollo de 28,9 km/h a 1.000 revoluciones y la quinta se iba hasta los 36,2 km/h a 1.000 revoluciones. Por ello, entre otras cosas, la velocidad máxima rondaba los 150 km/h, necesitaba casi 20 segundos para completar el 0 a 400 metros y el kilómetro con salida parada se realizaba en 37,4 segundos. El 80 a 120 km/h en quinta requería nada menos que 28,5 segundos…
Al fin y al cabo, quien se compraba un Escort 1.3 CL lo que buscaba era una herramienta, un vehículo para ir del punto A al punto B y poco más. Al menos, como todo Ford, el comportamiento en carretera era más que correcto, con unas suspensiones quizá algo blandas y unos frenos, con tambores traseros, que requerían algo de esfuerzo por parte del conductor.
Solo había que tener una cosa en cuenta: el consumo. El hecho de montar un motor de potencia justa y combinarlo con un cambio de desarrollos algo largos, obligaba a usar las tres primeras relaciones en más ocasiones de las deseadas, y eso repercutía en el consumo, cuya media, según la revista Autopista –en el número 319–, era de 9,4 litros cada 100 kilómetros. Son casi tres litros más que, por ejemplo, el Opel Kadett 1.4 LS, uno de sus rivales directos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS