Un mundo de rarezas. Imagina los colores, las diversidades, las formas. Seguramente, lo tendríamos naturalizado, como todo con lo que nos criamos y la cultura en la que nacemos, pero me es imposible no imaginar qué habría sido de las calles y carreteras del mundo si, en lugar de automóviles con cuatro ruedas como los que conducimos a diario, se hubiesen impuesto los coches de tres ruedas.
Casos hay de sobra, desde el más antiguo hasta el más futurista. Sin ir más lejos, el primer coche de combustión de producción para el cliente no llevaba cuatro, sino una disposición de triciclo y pueden leer sobre él en una de nuestras más recientes entregas. Al otro extremo, en el catálogo de invenciones de Mercedes-Benz aparece un concepto presentado más de 100 años después: el Mercedes-Benz F300 Life Jet. Y si buscas algo aún más futurista, encontrarás.
El Aptera, una propuesta norteamericana, es lo más cercano en el tiempo. Un proyecto híbrido y eléctrico nacido dentro del contexto californiano de reducción de emisiones, por el que hoy más de uno consultaría precio. Fue un coche que rozó la comercialización: de no ser por la quiebra declarada tras la crisis del 2008, esta maravilla del siglo XXI habría llegado a los más de 5.000 clientes que ya habían pagado un anticipo para comprar una de sus unidades.
Como el Aptera, otros coches de tres ruedas destacaron por sus diseños de naves espaciales. En una década de los sesenta experimental en la que la ingeniería aeroespacial fue el común denominador en los gigantes automotrices de Detroit, el General Motors Astro III no disimuló ni un poco, aunque la nota al pie indica que, como verán en otros casos, no llevaba una rueda delantera, sino dos prácticamente unidas. A su manera, con su forma de OVNI terrestre, el Davis Divan, que acabó en frustrada producción también debido a quiebra y a problemas con la ley para su creador, nos dejó uno de los diseños más simpáticos.
Coches de tres ruedas: obstáculos que atentaron contra su prosperidad
Hubo, entonces, casos que iban directo a una producción en serie y, en lo particular de cada uno de ellos, se responde la pregunta sobre por qué nunca llegaron a ser el futuro prometieron. En las aspiraciones a fabricación en serie, había argumentos generales como el ahorro de peso, los bajos costes, incentivar a motociclistas a pasarse a coches de este tipo por motivos de seguridad, sacar provecho de los componentes de motocicletas, la innecesidad de desarrollar diferenciales, como en casos como el Iso Isetta y el Fuldamobil, que llevaban dos ruedas traseras, pero con el ancho de vía acortado para simular una configuración de tres ruedas.
No casualmente, los que llevaron dos adelante y una atrás, que además aportaban aerodinámica al adquirir carrocerías con formas de gota, tuvieron mejores probabilidades de éxito comercial. Los dos anteriores, aunque falsos triciclos, fueron dos que se vendieron por años. El Morgan ThreeWheeler reeditado para la década pasada es otra prueba. Pero, si había argumentos básicos, también principios que resultaban contratiempos. Hubo célebres excepciones que alcanzaron rozaron la prosperidad como los Reliant británicos, pero un coche de tres ruedas con una sola al frente tenía sus inconvenientes.
La falta de estabilidad fue el principal enemigo. Aunque algunos modelos como el Carver One llamaron la atención por su solución de inclinación a 45 grados del eje delantero –dejando fijo el eje trasero– como si fuese no un coche sino una motocicleta de tres ruedas, una única rueda delantera directriz le causaba inestabilidad e imprecisión a este tipo de coche y lo volvía propenso a vuelcos al girar.
Otro impedimento para la producción en masa y la supervivencia y proliferación de fabricantes de este tipo de vehículos radicó en las normativas de tráfico. En ese sentido, el Morgan ThreeWheeler fue una excepción, porque obtener un permiso para circular como automóvil convencional representó un obstáculo para los tres ruedas en líneas generales. Finalmente, en un mundo de cuatro ruedas, mantener en montaje a los coches de tres ruedas significaba una complejidad de mercado. En otras palabras, no eran muy rentables que digamos para las compañías.
Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS