Hace ya cinco años de aquel 18 de septiembre de 2015. Fue el inicio de un terremoto que ha acabado afectando a la industria del automóvil. Ese día la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) de Estados Unidos notificó públicamente que Volkswagen había violado la normativa de emisiones de vehículos, la Clean Air Act.
Fue la culminación de la primera fase del escándalo. La EPA había sido avisada previamente por la West Virginia University en colaboración con el ICCT, que había hecho unas pruebas de emisiones con equipos portátiles y algunos Volkswagen estaban emitiendo gases tóxicos muy por encima de lo permitido por las normativas del país. Hablamos de motores comercializados como Clean Diesel, los primeros common-rail de cuatro cilindros del fabricante (los primeros fueron V10 y V6).
Resultó que Volkswagen diseñó sus TDI Clean Diesel (CR) para detectar pruebas de emisiones, portarse bien, y en condiciones normales contaminar lo que hiciese falta para mantener el resto de sus atributos
Acuando la EPA se enteró, pidió explicaciones a Volkswagen. Debían explicar la discrepancia numérica. Y como no hubo forma de explicarlo, lo admitieron pensando que les caería una multilla de nada, rollo 200 millones de dólares, y a tirar “p’alante”. Se equivocaron un poco, el “paquete” para Volkswagen en Estados Unidos superó los 20.000 millones de dólares, 100 veces más, y se acercó a los 30.000 millones.
El escándalo no tardó en saltar al otro lado del Atlántico, donde Volkswagen y sus marcas se hinchaban a vender. Cuando se tiró de la manta se vio que no era un problema de unos 200.000 coches (Estados Unidos), más bien de más de 10,5 millones. Y luego el escándalo saltó en países como Corea del Sur o Australia. Llegaron a prohibirse las ventas de ciertos modelos.
Al principio solo eran los 2.0 TDI, pero cayeron en el saco los 1.2 TDI, 1.6 TDI, 2.0 TDI y hasta los 3.0 V6 TDI
La tormenta de estiércol ya era imparable. Volkswagen llevaba engañando al personal -reguladores gubernamentales, clientes, periodistas del motor, competidores…- durante años, sus motores EA189 Clean Diesel resultaron ser una monumental estafa. Poco a poco, fueron cayendo las multas, las amenazas de cárcel, la obligación de recomprar coches manipulados de fábrica, indemnizaciones, etc. Decenas de miles de coches están muertos de la risa en enormes aparcamientos en EEUU esperando lo inevitable: el achatarramiento.
Y no solo afectó a Volkswagen. Fabricantes que o han pagado multas o van a tener que pagarlas incluyen a Daimler o a Fiat Chrysler. La confianza del consumidor en los Diesel retrocedió a niveles de finales de los 90, y ahora pues no hay muchos países donde los petroleros superen el 30 % de las ventas. En Estados Unidos este escándalo significó la muerte comercial del motor Diesel para turismos, después de haber logrado encandilar a un consumidor que los tenía aversión.
Los coches eléctricos anticipan su implantación porque las naciones se han puesto bordes, no solo con Volkswagen, sino con la industria del automóvil en su conjunto. Los cambios han sido muy numerosos, y todo esto en un plazo de solo cinco años. Ahora Volkswagen es uno de los más pujantes en la electromovilidad y a nivel de cultura interna, es una empresa muy distinta.
Recientemente, Volkswagen completó con éxito el pupilaje al que fue sometido por la justicia de Estados Unidos, ha establecido un sistema de chivatazos corporativos para eliminar malas prácticas, y el ex CEO, Martin Winterkorn, no se va a librar de presentarse ante un tribunal. Otros tantos ejecutivos están con orden de búsqueda y captura, y por lo menos tres están en la cárcel.
A la postre, ha sido el mayor escándalo de Volkswagen desde que su fundación, en la época del III Reich alemán, y su participación en la SGM al lado de “los malos”
Este escándalo adelantó lo inevitable: el fin de los motores de combustión interna en general, pero sobre todo el de los Diesel, que prometieron la solución a todos los males: bajo consumo, altas prestaciones, fiabilidad, respeto al medio ambiente y una autonomía sin rival. Se sacrificó la parte más débil de todo eso: el respeto medioambiental. Era lo que menos le importaba al cliente.
Podría haberse solucionado todo si esos casi 11 millones de vehículos con motores Diesel “trucados” hubiesen vuelto a la buena senda, reduciendo sus emisiones, pero sin afectar a su bajo consumo, sus prestaciones o su fiabilidad. Como en torno a la mitad de los coches que han sido llamados a revisión han ido a peor: contaminarán menos, pero los dueños han acabado con un cabreo de agárrate y no te menees. Y no les falta razón.
En cuanto a Estados Unidos, lo dicho, decenas de miles de coches que no hay forma de devolver a las carreteras, porque solucionar sus problemas de “mala digestión” implica gastarse un dineral en retrofit del sistema de escape para convertirse en auténticos Clean Diesel. Volkswagen ha preferido comérselos con patatas y asumir que acabarán convertidos en cubitos. Coches que unos meses antes tenían a sus dueños encantados, todo sea dicho.
Próximamente abordaremos esta cuestión con más “cariño”, son años de informaciones, un culebrón con muchas piezas, y hasta alguien que ha seguido el caso estos años llega un momento en el que se pierde. Servidor -tengo que admitirlo- acabó de este tema hasta las narices. Y seguro que más de uno de vosotros llegó el punto en el que desconectó. Esto, a vuelapluma, es una síntetis muy muy breve de lo que ha representado el escándalo de las emisiones de Volkswagen y el llamado “Dieselgate”.
Javier Costas
Me gustan los coches desde que tengo uso de razón (o antes). Tras haber conducido más de 400 coches aquí sigo, divulgando y aprendiendo a partes iguales sobre las cuatro ruedas. Vosotros habéis hecho que se convierta en mi pasión.COMENTARIOS