El Hyundai Trajet 2.0 16v es uno de esos modelos que apareció por modas, o mejor dicho, por demanda. Procede de una época en la que todo el mundo, o casi todo, quería un monovolumen. El Trajet era un rival directo del SEAT Alhambra, del Renault Espace o del Ford Galaxy y según las pruebas de la época, tenía uno de los mejores chasis del segmento.
Los monovolúmenes, y además, los monovolúmenes grandes, fueron la tendencia de mercado a comienzos del Siglo XXI. Si tenías familia, tenías un monovolumen en la puerta de casa; de hecho, había gente que se compraba un monovolúmen sin tener siquiera pareja. Pero eso tienen las modas, que en ocasiones no tienen ninguna lógica, aunque en este caso, los monovolúmenes fueron los coches de familia por antonomasia. Y además, los había de todo tipo y condición, incluso con pretensiones deportivas.
El Hyundai Trajet 2.0 16v militaba en la categoría de los monovolúmenes grandes con siete plazas. SE basaba en la plataforma compartida del Hyundai Sonata y el Hyundai Sanfa Fe, con una longitud de 4.695 milímetros y una anchura de 1.840 milímetros. Hay SUV más grandes que este monovolumen y ofrecen también siete plazas, pero la versatilidad no es ni parecida. Solo mencionar que los asientos del Trajet podía girar 180 grados, la fila de asientos central contaba con plazas individuales que se podían desplazar longitudinalmente 10 centímetros y además, se podían retirar los asientos de forma sencilla –aunque cada asiento pesaba 23 kilos… –.
Tito Fernández, en una prueba publicada en la revista Autofácil –Guía útil del automóvil número 96, noviembre de 2000– afirmaba que la calidad de acabado estaba a buen nivel, exactamente mencionaba que “los acabados son también muy buenos, los plásticos no dan sensación de mala calidad y los ajustes son magníficos”. Hyundai ya había dado un cambio a comienzos del Siglo XXI y había demostrado que no solo sabía hacer coches económicos, es más, según el propio Tito Fernández, el comportamiento dinámico del Trajet era de los mejores del segmento, con una dirección precisa, un buen paso por curva y unos frenos que resultaba “bastante buenos”.
Por otro lado, sin embargo, estaba el motor, un 2.0 16v que, al parecer, se quedaba algo corto. Concretamente, hablamos de un cuatro cilindros de 1.997 centímetros cúbicos atmosférico, que rendía 135 CV a 5.750 revoluciones y un par de 186 Nm a 4.500 revoluciones. A simple vista, parecen cifras algo escasas para un coche que pesaba 1.795 kilos, sobre el par motor. Pero no solo eso, la relación de cambios era demasiado abierta y la quinta, para rematar, demasiado larga. Era la forma que tenían los fabricantes en aquellos años de rebajar los consumos, pero afectaba negativamente a la conducción, obligando a acelerar un poco más de la cuenta y, por tanto, a conseguir el efecto contrario al deseado.
No había otro monovolumen de su categoría que se pudiera comparar por precio. Solo tenía un nivel de equipamiento, que incluía dos airbags frontales, aire acondicionado, llantas de aceleración y antinieblas –no había ABS de serie– y Hyundai pedía 3.350.000 pesetas, 20.134 euros, 33.725 con inflación.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS