Los pequeños GTI han sido siempre un nicho muy apetecible para los aficionados al motor, coches con apenas un centenar de caballos y un peso por debajo de la tonelada capaces de transmitir sensaciones con prestaciones más que decentes y una diversión al volante que se ha ido difuminando con el tiempo. Renault 5 Copa Turbo, Citroën AX GTi o el Peugeot 205 GTi fueron algunos ejemplos.
Opel había ofrecido un Corsa de aspiraciones deportivas en su primera generación propulsado por un 1.6 de ocho válvulas y 100 CV cuyo bastidor era su punto más criticable. El cambio a la segunda generación supuso un punto de inflexión en cuanto a diseño y tecnología, pero pongámonos en situación. Era 1993 y tocaba reemplazar al primer Corsa que llevaba nada menos que once años en el mercado y se había convertido en un modelo exitoso para la marca por su robustez y fiabilidad.
Sin embargo, y a pesar del lavado de cara de 1990, sus líneas estaban ya desfasadas. Ese asunto se resolvió con maestría, pues el Corsa B fue un modelo tremendamente atractivo para el gran público, al menos en su versión de tres puertas. Sus trazos se redondearon, dotándole de una imagen moderna que cautivó desde el primer momento convirtiéndole en todo un superventas en nuestro mercado, posicionándose durante meses como el coche más vendido en España.

El Corsa B creció en tamaño en todas sus cotas, destacando el aumento de longitud de 103 mm, hasta alcanzar los 3,73 metros, o una distancia entre ejes que se alargaba hasta los 2,43 metros. Más reseñable fue incluso su aumento en altura fruto de sus líneas redondeadas tan de moda en aquellos tiempos. Con ese aumento de proporciones se convertía en un coche con buenas cotas de habitabilidad y capacidad de maletero. Al margen de que con un diseño atractivo ya se ganan muchos puntos frente a la competencia, otra de las bazas del pequeño Opel fue su amplia gama de motores y acabados.
Los bloques de gasolina de la marca gozaban ya de buena fama, y aunque las versiones básicas eran modestas (el 1.2 de 45 CV, por ejemplo) los 1.4 de 60 y 82 CV resultaban satisfactorias para el día a día. Hubo también dos variantes diésel: un 1.5 de 50 CV, con el que primaba el consumo posicionándose como uno de los coches más frugales del momento, y una variante turboalimentada de 67 CV cuyo rendimiento proporcionaba prestaciones serias para un modelo de gasóleo de esa categoría. Lástima que luego ambos se sustituyeran por un único 1.7 de 60 CV de origen Isuzu.
Lo que sí parecieron tener claro los ingenieros de General Motors fue la necesidad de ofrecer una variante prestacional para cubrir el hueco del anterior 1.6 GSi, y así nació el primer Corsa GSi 16 válvulas. El bloque 1.6 derivaba de su antecesor, pero se le incorporó la culata multiválvulas y su rendimiento aumentó hasta llegar a los 109 CV. No era una cifra espectacular, pues había rivales como el Renault Clio 1.8 16v que declaraba 137 CV y los Fiat Punto Turbo o SEAT Ibiza no tardarían en rascar los 130 CV.

El aumento de potencia con respecto al Corsa A tampoco supuso un incremento en su nivel de prestaciones por el mayor peso de la segunda generación (se quedó en 960 kilos), así como su discreto coeficiente aerodinámico. Pero eso no significaba que el Corsa GSi 16v fuese un coche lento, pues el rendimiento del pequeño motor de Opel era excelente, poniendo contra las cuerdas a un Ibiza GTI con el 2.0 de 115 CV.
Para los amantes de las cifras, el GSi 16v alcanzaba los 195 km/h y aceleraba de 0 a 100 km/h en 9,5 segundos. Según las mediciones de los medios de la época, el kilómetro lo cubría en algo más de 31 segundos. Por tanto, las sensaciones por su nivel prestacional quedaban aseguradas, pero de nuevo era la puesta a punto del bastidor la que no cumplía las expectativas. A los ingenieros de Opel se les atragantaban los tracción delantera, y el pequeño Corsa no fue una excepción.
La plataforma más grande conseguía un mayor aplomo y mejores reacciones que en el anterior GSi, pero la suspensión delantera de brazo transversal era demasiado sencilla para las pretensiones del 16v. A eso se unía los tarados duros y muelles blandos que redundaban en una sequedad que no se correspondía con la falta de guiado y en consecuencia un comportamiento falto de las sensaciones deportivas esperables en una versión aspiracional como aquella.

Una verdadera lástima, pues por lo demás el Corsa resultaba un coche equilibrado. Al mencionado atractivo estético, para esta versión se incluyeron paragolpes pintados en el color de la carrocería, pasos de rueda y estribos laterales que conseguían una imagen imponente y deportiva acentuada por las llantas de tres radios dobles de aspecto moderno inspiradas en el anterior GSi.
En el interior encontrábamos unos asientos duros y envolventes con la nota de color puesta en su tapizado con tonos rojos. En equipamiento no andaba mal servido, y aunque el aire acondicionado era opcional, el sistema ABS sí que formaba parte del equipo de serie.
Con todo, el Corsa GSi 16v era una variante apetecible porque además no estuvo demasiado tiempo en el mercado al dar paso a la versión ECOTEC de 106 CV que cedió unas décimas en prestaciones. Fue por un tema de contaminaciones tal como acaba de ocurrir con el nuevo Corsa GSi que se quedará como tope de gama tras la descatalogación del OPC por no cumplir los objetivos de emisiones. Hace un cuarto de siglo, cuando fue lanzado este coche del día, las preocupaciones eran bien distintas, pero afortunadamente aún hoy existen herederos más o menos directos de aquellas pelotillas con las que muchos soñábamos de niños.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Que recuerdos de mi Corsa Sport de 82 cv